Consecuencias de un duelo mal cicatrizado
Cuando perdemos a una persona querida la tristeza nos inunda y se inicia un proceso de duelo que debemos afrontar de la mejor manera posible.
Las pérdidas forman parte de la vida y no nos queda más remedio que hacerles frente. Es cierto que no todas las pérdidas son iguales ni nos afectan de la misma manera. No es lo mismo perder a un ser querido, que a nuestra mascota, que una separación sentimental, pero sea cual sea, toda pérdida implica un proceso de duelo que no podemos pasar por alto.
Cuanto antes y mejor afrontemos este proceso y nos entreguemos al duelo, aceptando pasar por todas las fases que conlleva, antes superaremos la pérdida y podremos rehacer nuestra vida. Además, nada como sanar las heridas y permitir que cicatricen para enfrentarnos con fortaleza a nuestro futuro, superando el dolor que ha causado la pérdida.
Pero que el duelo tenga diferentes fases no significa que debamos pasar por ellas de manera pasiva, como si ocurrieran de manera totalmente natural. A pesar de la dureza del momento, hemos de procurar mantener una actitud activa ante el proceso porque, aunque implique cierto dolor, es la forma de convertirlo realmente en algo útil, y seguramente pase más rápido.
Asumir nuestra parte activa el en duelo nos permite, además, que las emociones no se enquisten y que no nos juzguemos por sentirlas. Poco a poco veremos como la vida se recoloca y podemos darle un sentido a todo lo ocurrido.
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Las diferentes fases del duelo
Las fases del duelo no siguen un orden fijo necesariamente, aunque es conveniente seguir el que los especialistas sugieren. El primer paso, y seguramente uno de los más difíciles, es aceptar el hecho de que la persona ya no está. Esta aceptación es doble, porque hay que hacerla de manera intelectual, pero también de manera emocional, y esta segunda forma es la que resulta más complicada. Cuanto antes aceptemos las emociones que ha generado la pérdida y nos permitamos sentirlas, antes podremos avanzar.
La siguiente fase, más activa aún que la anterior, es trabajar con esas emociones que han surgido y con el dolor de la pérdida. Para lograrlo, el primer paso es reconocer cuáles son esas emociones y permitir que afloren. Puesto que no todas las pérdidas son iguales, tampoco lo son las emociones que provocan, y estas pueden ser diferentes, sin por ello dejar de ser dolorosas: el dolor, el sentimiento de soledad o la angustia suelen aparecer en la mayoría de los duelos.
En ocasiones, durante el duelo, se pueden experimentar emociones positivas junto a las negativas. Aunque no nos parezcan lógicos y nos produzcan sorpresa, o nos resulten demasiado dolorosos, es importante no negar en ningún momento los sentimientos que estamos teniendo.
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La siguiente fase supone la adaptación a un entorno en el que hay una persona que ya no está. Hay que adaptarse a cómo afrontar la pérdida de alguien en el día a día, cómo nos afecta a la imagen que tenemos de nosotros mismos y si se ha producido alguna modificación en nuestras creencias o en nuestra forma de entender el mundo.
La última fase del duelo es otorgarle un lugar emocional a la persona ausente y continuar con nuestra vida. En ese lugar emocional podremos mantener un vínculo, que a su vez nos permita seguir viviendo de manera plena. Los seres queridos que ya no están con nosotros deben poder acompañarnos, pero nuestra vida debe continuar.
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