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La responsabilidad hacia el medio ambiente no deja de aumentar, algo que al fin empieza a notarse en nuestros hábitos de vida y consumo. Cada vez somos más conscientes de la importancia que tiene reciclar y reutilizar, mientras que nos encaminamos hacia un consumo responsable que nos hace reducir la compra de productos envasados o fabricados con plástico, por poner el ejemplo más evidente. Pero ejercer un tipo de consumo sostenible y respetuoso con el planeta tiene que ver también, y mucho, con la ropa que compramos. De hecho, la sostenibilidad en moda es ya una de las grandes tendencias a seguir y que no va a dejar de crecer, porque es una de las industrias que más perjudica a nuestro entorno.
A día de hoy ya existen en nuestro país aproximadamente 1.500 empresas de moda sostenible. Se trata de una buena cifra, sobre todo si tenemos en cuenta que hace apenas 10 años resultaba casi imposible encontrar este tipo de ropa. Sin embargo, no hay que olvidar que estamos hablando, en su mayoría, de pequeñas empresas o iniciativas de autónomos. Y para lograr avanzar de una manera realmente visible, son las grandes marcas las que debes sumarse al cambio, y han de hacerlo cuanto antes, porque la moda no tiene futuro si no pasa por hacerse sostenible.
La moda es tan adictiva como contaminante
Se trata de una de las industrias más grandes del mundo, y los datos al respecto son claros: al año se consumen en el mundo cerca de 70 millones de toneladas de ropa. Una cifra que podría disminuir de manera considerable si compráramos ropa de forma consciente y responsable. Para fabricar esta ingente cantidad de ropa, se necesita hacer uso de una gran variedad de recursos naturales que podríamos conservar si hiciéramos las cosas de otra manera. Además, la industria de la moda resulta muy contaminante. De hecho, es la responsable de 1,200 millones de emisiones de gases invernadero, una cifra que supera a las de sectores como el transporte aéreo y marino.
El agua es uno de los recursos naturales que se ven más afectados por la moda rápida, que lleva a millones de consumidores a comprar ropa de manera casi adictiva. Para producir los textiles con los que se fabricará la ropa que llenará los establecimientos de miles de cadenas comerciales, se emplean al año cerca de 79 mil millones de metros cúbicos de agua, necesarios para cultivar las materias primas. Este agua terminada contaminada con productos químicos altamente tóxicos, que dañan gravemente el suelo, la biodiversidad y las cuencas hidrográficas.
El plástico, un material contaminante en extremo, ya que inunda nuestros mares y océanos destruyendo la vida marina, llega a ellos en cantidades ingentes: casi 10 millones de toneladas al año. Podría parecer que la industria de la moda no tiene nada que ver con ello, pero lo cierto es que es en el mar donde terminan cerca de 1,5 millones de esas toneladas, en forma de microfibras de plástico que provienen de fibras como el nylon, el polyester o el acrílico. Otras fibras proceden de la celulosa, y para conseguirlas se talan casi 100 millones de árboles cada año, lo que pone a nuestro bosques antiguos en peligro y los hace desaparecer.
Qué podemos hacer como consumidores
Por mucho que las grandes empresas comiencen a tomar medidas al respecto, y aunque cada vez haya más empresas volcadas en la producción de moda sostenible, si no hacemos nada como consumidores es imposible que se produzca un cambio realmente apreciable.
Antes de comprar una prenda de ropa, plantéate si de verdad la necesitas o si apenas le concederás un par de usos. En el segundo caso, es mejor que no te la lleves a casa. Y cuando realmente necesites comprar, procura acercarte a la ropa que está hecha con materiales sostenibles. Busca aquellas prendas que cuenten con la certificación de haber sido fabricadas con materiales reciclados, que sean ecológicas o que garanticen el comercio justo.
Cuida la ropa que ya tienes, para permitir que dure más. Una de las mejores formas de hacerlo es no lavando cada prenda más de lo necesario. De esta forma no solo preservas tu ropa, sino que evitas malgastar agua y energía, además de reducir el impacto medioambiental que se deriva del uso de detergentes. La otra opción es reparar aquellas prendas y calzado que puedan quedar como nuevas con el pertinente arreglo.