Practicar yoga es una vivencia personal que va evolucionando a lo largo de tu vida. No siempre es igual, y precisamente en eso está uno de sus maravillosos beneficios, pues a mayor experiencia, control y concentración, más varía tu percepción de lo que el yoga te aporta en la vida cotidiana, y más razón tendrás para buscar nuevas alternativas que sigan suponiendo un reto, te ayuden a profundizar en tu práctica y colmen aún más tu salud física y emocional.
Lo importante es no cortar el vínculo
Durante toda nuestra vida podemos pasar por diversos ciclos en los que, en ocasiones, podemos necesitar bajar el ritmo de nuestra asistencia a las sesiones de yoga, porque no contamos con tiempo suficiente, o porque no sentimos esa necesidad, o simplemente porque no tenemos ganas.
Casi cualquier fórmula es válida siempre que no cortemos el vínculo con la práctica del yoga porque, como con cualquier otra disciplina (y en este sentido el yoga es algo más, pues añade un componente de meditación y relajación), cuando hay un parón significativo retomarlo luego se hace mucho más difícil.
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Nuevos entornos, nuevas percepciones
Sin embargo, buscar lugares diferentes donde realizar tus sesiones de yoga puede ser una respuesta muy interesante, tanto si lo que nos ocurre es que hemos llegado a un estado de control que ya no nos supone el mismo esfuerzo, como si lo que queremos es darle un poco de originalidad a nuestra práctica, como si el motivo es que no tenemos tiempo de desplazarnos y hacerlo donde es habitual.
Buscar un nuevo lugar donde hacer yoga, si estamos acostumbrados a hacerlo siempre en el mismo sitio, es reubicar algunos parámetros que jugarán a desestabilizarnos, a crear incógnitas y a trabajar a favor para equilibrarlas. No hay dos sitios con el mismo olor, con la misma acústica, con la misma temperatura o con los mismos compañeros.
No nos estamos refiriendo a que busques un templo budista abandonado en la ladera de una montaña. No, este consejo es mucho más mundano, asequible y emocional. Se trata de crear una bifurcación en tu costumbre, una vivencia paralela, que salgas de tu zona de confort y que busques otro entorno. Sirve cualquier sitio siempre que sea inusitado para ti, que trastoque tu rutina, que sorprenda a tus sentidos y que sirva de cambio de ángulo para no pecar de comodidad y verte obligada a percibir diferencias: algunas te enamorarán y otras te harán añorar lo que hacías hasta ahora.
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Cuando realizas yoga en un sitio completamente distinto, los minutos anteriores también son diferentes, porque el camino para llegar es otro. Puedes acabar descubriendo qué otras localizaciones gozan de un viaje más pausado, tal vez más medidativo, o todo lo contrario. Percibe cómo afecta eso a tu concentración, a tus emociones y a la ejecución de las asanas.
Y sí, puedes probar lugares de ensueño
Existe un turismo relacionado con el yoga que consiste en realizarlo en lugares muy atípicos y que aportan un plus muy especial a tu experiencia. Hacer yoga en pleno Times Square no es algo que se experimente todos los días. Parecería incluso un contrasentido, ir a focalizar nuestra mente y a saludar al sol en la plaza más bulliciosa y atestada de mensajes del planeta.
Es una experiencia que, aunque solo sea por buscar el contraste merece vivir, y de vez en cuando se celebran sesiones multitudinarias que han llegado a congregar a más de 2.000 personas en toda la plaza. Pero, además, los lugares exóticos llenos de encanto donde realizar yoga son innumerables. El desierto, en pleno bosque, cerca del mar, junto al Támesis… el único límite es tu imaginación (y las millas aéreas).
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