Los gatos son animales muy limpios que suelen hacer todo lo posible para mantenerse en el mejor estado sin que nadie les ayude demasiado. A lo largo del día utilizan la lengua para acicalarse, y notarás que son escrupulosos con dónde se sientan y sobre qué caminan. Sus andares felinos delatan que prefieren hacer piruetas antes de mancharse y tener una razón de peso para tener un baño.
A diferencia de los perros, en los que prima el deseo de aventura y de juego, y que pueden revolcarse por el suelo tan solo por el placer de rebozarse en barro, lo común en un gato es que utilice todos sus instintos y flexibilidad para saltar y escapar del embrollo si existe cualquier posibilidad de verse enfangado.
Cuando bañar a un gato
No hay un consenso general sobre cuánto tiempo debería pasar entre baño y baño de nuestro gato. Es cierto que los gatos tienen un terror instintivo al agua; no es que no les guste, es que están programados para escapar de ella. Además, su piel es muy sensible a los cambios de temperatura bruscos y a poco que el agua no esté a temperatura ambiente el gato puede sufrir de forma muy especial la agresividad del baño.
Cuanto más tibia esté el agua, más probabilidad de que el gato acepte bañarse. Los expertos no se ponen de acuerdo, pero el tiempo entre baño puede situarse en una media de 3-4 meses. Por lo tanto, unas tres veces al año.
Ayúdate marcando una costumbre
Los gatos son seres de costumbres, tal vez menos que los perros, pero si habituamos a nuestro gato a asearse desde muy pequeño es muy probable que su reticencia se venza desde el primer momento y que todo el proceso sea mucho más fácil cuando crezca.
En este sentido, todo lo que el gatito aprenda como habitual antes de cumplir los tres meses, será una guía que le servirá para aceptar que el baño es parte de su vida, como otras cosas, y que no merece la pena escaparse.
Bolas de pelo
Como hemos dicho antes, el gato pasa el día acicalándose. No en vano, tiene unos poros especiales en la lengua que le permiten adherir la suciedad, las garrapatas y pulgas, y limpiarse sin necesidad de más accesorios que su propia lengua.
Pero esta costumbre higiénica de los gatos tiene un efecto secundario muy molesto: se trata de las bolas de pelo que se forman en el estómago como resultado de tragar pelo a lo largo del día.
El gato puede eliminar las bolas de pelo mediante las heces, pero lo más probable es que las vomite, especialmente si se trata de un ejemplar de pelo largo, pues le costará más digerirlo. Este proceso es normal, pero conviene vigilarlo y ayudarle, pues si tiene dificultades para digerir la bola de pelo esta podría producirle serios problemas de salud.
Por un lado, es fundamental que le cepilles el pelo para acabar con todos los cabellos muertos, y si añades a su alimentación malta felina estarás evitando que se formen estas bolas. Lo que come es fundamental para minimizar las bolas, por eso existen piensos altos en fibra que le ayudarán a expulsarlo más fácilmente mediante las heces.
El arenero es un gran invento si lo utilizas bien
En cuanto a dónde hacen los gatos sus necesidades, de nuevo nos encontramos con una diferencia notable con los perros. Mientras que a estos últimos les vale cualquier lugar, e incluso utilizan su olfato para que coincida con el lugar donde ya lo hicieron otros perros, los gatos buscan intimidad y limpieza.
Por eso es muy importante que el arenero de tu gato esté en un lugar poco transitado, íntimo, y que la arena esté lo más limpia posible. Si no cuidas la higiene de su arenero, no cambias las tierra con la suficiente periodicidad (3-4 días suele ser un buen periodo), y si no retiras diariamente las heces, puedes conseguir que tu gato renuncie al arenero y haga sus necesidades en cualquier otra zona de la casa que le parezca más adecuada.
Leer: ¿En qué consiste la visión de los gatos?
Hay muchas condiciones estratégicas que hay que tener en cuenta para situar el arenero, y la más importante es que esté lejos del tránsito habitual de personas. Esto es evidente porque no es agradable verlo, pero tampoco el gato quiere ser visto cuando está haciendo sus necesidades.
Además, debe ser un lugar sin ruidos estridentes, los gatos son muy sensibles al sonido, por eso si colocas el arenero en el cuarto de la lavadora, puede que el ruido ensordecedor que produce le evite utilizarlo. El cuarto de baño de humanos suele ser un buen lugar, pero debes tener en cuenta que los gatos no saben abrir puertas, por lo que siempre que no esté en uso el aseo debe tener la puerta abierta.
¿Es necesario vacunar a los gatos que no salen de casa?
Una duda muy común entre los dueños de gatos es cómo van a verse contagiados de cualquier enfermedad externa si, precisamente, son un tipo de animal que apenas sale de casa y que, de forma general, cuando lo hace apenas va más allá del rellano.
Es cierto que la mayoría de las enfermedades felinas se transmiten de gato a gato, y que si no tienen contacto con otros animales de su especie es muy raro que estas enfermedades lleguen a ellos. Sin embargo, la normativa de cada comunidad autónoma determina una serie de vacunas que deben recibir en función del clima y de enfermedades asentadas en el territorio. En todo caso, frecuenten o no la compañía de otros gatos, la enfermedad del moquillo (panleucopenia) y la gripe felina (rinotraqueítis) son susceptibles de aparecer en tu gato de forma independiente a su contacto con otros, y son vacunables.
Leer: Cómo identificar que tu gata está embarazada
Calendario de vacunas
Como los perros y como las personas, los gatos deben vacunarse desde el destete, y posteriormente seguir vacunándose en sus primeros meses de vida hasta que ya solo hay que aplicar las vacunas de recuerdo de forma anual.
En la séptima semana se le administra al gato la vacuna de la leucemia; después, a los dos meses, se le aplica una triple vírica de rinotraqueitis, panleucopenia y calicivirosis, que deben tener otra vacuna de recuerdo pasado un mes. Y finalmente a los seis meses se le administra la vacuna de la rabia. Estas tres enfermedades seguirán teniendo un recordatorio anual a lo largo de toda la vida del gato.
Desparasitación continua
Aunque nuestro gato no salga de casa, nunca está exento de poder adquirir parásitos. Esto puede ocurrir vía insectos que les piquen cuando descansan o juegan en patios, terrazas o cerca de la ventana. Por esta razón, aunque el riesgo de nuestro gato sea mínimo porque no salga a la calle, los veterinarios aconsejan prevenir antes que curar, tanto con una desparasitación externa como con una interna.
Externamente la solución está en los collares antiparásitos, que llevan una sustancia que repele a los insectos y que protege a la mascota de su amenaza, también se pueden usar pipetas, que son líquidos grasos que se adhieren a la piel del gato y que hacen la misma función que el collar, aunque su duración es menor. Además, también existen sprays, lociones y champús. Y para los parásitos internos, la solución pasa únicamente por administrarle junto a su comida una pastilla antiparasitaria.
Leer: Cálculos urinarios, una enfermedad muy frecuente en gatos