Formas de asumir una ruptura sentimental y mirar hacia delante
Siempre es triste, pero cuando toca el momento de asumir que nuestra relación de pareja ha llegado a su fin es mejor afrontarlo con cierto pragmatismo y generosidad. Todo lo que hagas por el bien de la ruptura revertirá en ti.
Cuando nuestra vida se apoya de forma contínua en la pareja surgen muchos lazos comunes que nos unen progresivamente y que configuran verdaderamente la razón de nuestra unión. Es decir, se trata compartir un contexto común que va más allá de la propia relación de pareja, sino que se basa en un entorno de amigos compartido, posesiones comunes, actividades habituales en las que ambos participan y probablemente proyectos profesionales en paralelo.
Sin esa confianza en que la pareja va a ser perenne no merecería la pena entablar la relación. En pareja no pueden existir los cortafuegos o las zonas intocables, sino que cuanto más abiertas a compartir sean las relaciones, más probabilidad hay de que duren en el tiempo, sean más satisfactorias, favorezcan a ambos, y puede que nunca terminen.
Sin embargo, ninguna pareja está libre de sufrir una ruptura. Según datos del Instituto de Política Familiar (IPF), de cada 10 matrimonios que se producen en España, 7 acabarán en ruptura, bien sea como separación o divorcio. Esto nos da una panorámica de hasta qué punto los números pueden ser poco halagüeños en cuanto a la longevidad de una vida en común.
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Qué implica una ruptura sentimental
En función de cómo sea la convivencia con la pareja esto podrá ser más o menos traumático y significar una crisis profunda en el terreno personal, o poder superarse con una mayor facilidad. Un matrimonio de varios años, con una casa en común, hijos y un negocio familiar puede acabar siendo produciendo una crisis personal, profesional y económica de unas dimensiones importantes.
Sin embargo, lo que siempre debe primar es la felicidad de ambas personas, y cuando el amor, la confianza o la ilusión dejan de formar parte de la ecuación de la relación sentimental, puede ser momento de poner las cartas sobre la mesa y evaluar cómo gestionar la ruptura.
En la mayoría de las situaciones la ruptura es la historia de un fin anunciado: ambos integrantes de la pareja suelen ser conscientes de que las cosas no van bien, y de que un serio momento de crisis se avecina. Esta sensación de decadencia, incomunicación y disconformidad es muy incómoda y frustrante, pero es la fiebre necesaria antes de la sanación, pues que la ruptura sea gradual favorece la asimilación.
A la hora de evaluar las cuestiones más pragmáticas sobre la relación, como la vivienda, los hijos o el dinero, así como los derechos y deberes de cada uno respecto a todo lo que se comparte, es muy importante mantener una actitud conciliadora, constructiva, generosa y abierta al diálogo. Muchos de los consejos emocionales también son útiles y válidos para la gestión del pragmatismo, pues un exceso de practicidad o de individualismo puede traer consecuencias que a largo plazo nos hagan sentir mal. Dicho de otra forma, pensar en caliente sobre lo que implica la ruptura puede llevarnos a decisiones que no tienen en cuenta la felicidad y la confianza mantenida durante el tiempo que ha durado la relación, y configurar un terreno de diálogo a futuro poco favorecedor.
En función de hasta qué nivel llegan las raíces de tu relación, es muy probable que compartáis lazos de amistad con terceras personas, cercanía de residencia e incluso hijos, y todo lo que implique una ruptura belicosa, puede volverse en vuestra contra pasado un tiempo.
Cuestiones emocionales
Muchos casos de ruptura sentimental se ejemplifican con el símil de las gafas de sol muy oscuras. Bajo una circunstancia de crisis y cambio total de nuestra vida, al pasar de forma abrupta a la soltería y bajo un esquema que podría haber sido el de una infidelidad o un rechazo repentino, podemos sentirnos abocados a la oscuridad de la tristeza. Es como si llevaramos largo tiempo mecidos por el vaivén de un tren, y de sopetón nos vemos en el suelo, sin percibir ese ritmo inherente en nuestro cuerpo, y sin conocer hacia dónde nos dirigimos.
Ver la vida a oscuras, como con unas gruesas gafas de sol, implica no poder valorar en su justa medida el nuevo horizonte que se abre ante ti. No cedas espacio a la tristeza, no permitas que el nuevo suelo que tienes ante ti sea ocupado por una sensación de vulnerabilidad y negatividad. Mantente en acción contínua, busca actividades, rumbos, objetivos… Y ahora más que nunca, no mires en exceso al pasado. Si hay un momento en el que debes mirar al futuro, para construirlo, es este.
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El abismo entre el amor y el odio
La propia percepción de quién eres tú ha dependido durante un tiempo de quién eres tú dentro de la pareja. Ese conjunto de dos configura un espacio de confort, de coherencia y de flexibilidad. Tú has sido tú siempre, pero en pareja también adquirías las cualidades del otro, las adoptabas como una herencia, te aprovechabas de los espacios comunes y ofrecías ese mismo provecho al otro.
Cuando este espacio de confort ya no existe, la identidad de uno mismo se queda hueca en una de sus mitades. Y el efecto puede ser doble, por un lado es peligroso que esto afecte a tu autoestima, y sientas que en soledad no puedes afrontar ciertos temas que antes estaban dados por hecho. Puedes sentir que sin este apoyo pierdes valor, y que es difícil que vuelvas a encauzar tu punto de vista sobre la vida para que alguien más te valore.
Pero, además, esta situación puede generar mucha intransigencia hacia el lado contrario. Odio por lo que no te dejó hacer, odio por lo que ahora hace, por la forma en la que afloró la ruptura y por lo que se ha convertido. No hace falta ser Premio Nobel de la Paz para darnos cuenta de que el odio, cuando se trata de una ruptura de pareja, no conduce a absolutamente nada.
Tampoco es positivo caer en la idolatría. Precisamente por las carencias que produce no compartir tu vida con quien fue tu pareja, puede darse el caso de que idolatres todo lo que ahora echas de menos. Esto ocurre mayormente en personas que no han tomado la decisión de romper, que no lo han visto venir, y que tras un breve periodo de molestia y de incluso odio, dejan de entender qué pudo fallar, y solo consiguen apreciar lo que echan en falta a la otra persona. No idolatres, porque si la relación ha terminado, tan malo es odiar como obsesionarte con sus grandezas. El objetivo es mirar al futuro, usar el paracaídas para saltar a donde te lleve el viento, y no quedarte a medio camino, atrapada en el pasado y en sus implicaciones emocionales.
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