Algo flexible es aquello que tiene capacidad de doblarse fácilmente, según se recoge la RAE en su diccionario. Doblarse sin romperse y, además, con la propiedad de volver a su forma original. La flexibilidad es una habilidad física, pero también emocional y mental. Somos flexibles en tanto en cuanto nos adaptamos a las circunstancias, al entorno o a las personas con las que nos relacionamos. Y ser flexibles es también la única manera de ser capaces de saltar obstáculos, caer y levantarnos, como inevitablemente tenemos que hacer en la vida en más de una ocasión.
Por el contrario, una persona rígida es esclava de sus propias circunstancias y de sus férreos enunciados, incapaz de enfrentarse con actitud adaptativa a los cambios y difícilmente feliz a nivel pleno, pues es imposible que todo su alrededor gire en torno a su norma particular. Esta inflexibilidad puede generar problemas en el entorno laboral y personal pero también, y de forma aguda, en la relación que uno tiene consigo mismo.
Sé flexible con los demás pero también contigo
Para poder trabajar esta habilidad hacia el exterior debemos empezar por poner la atención en nosotros mismos. ¿Quizá te exiges demasiado? ¿Frecuentemente tienes sentimientos de culpa? ¿Te castigas? Escucharse, cuidarse, tolerarse y perdonarse forma parte del proceso de trabajo, pues es imposible ser saludablemente flexible con el resto si no lo somos con nosotros.
No significa ser sumiso ni ser dócil, pues el verdadero secreto de la fuerza no reside en ser adaptativo sino en ser resistente. Por ese motivo hay que tener muy claros los objetivos, los intereses, las necesidades, y ser sensato con las propias creencias. Para ello es fundamental trabajar la observación interna, conectar con 'el aquí y el ahora', con lo que verdaderamente importa. La vida es continuo movimiento.
Ser flexible para ser resiliente
Saber adaptarse al cambio y salir fortalecido (resiliencia) es una de las claves emocionales más potentes. Para llegar a ella, es imprescindible cultivar la flexibilidad, pues es una de las habilidades que permiten esa adaptación. Tanto con uno como con el entorno y las personas. Aprender a ser tolerantes con los demás, librarnos del juicio y fomentar la aceptación son pilares básicos si queremos tender a ser menos severo.
Consejos para trabajar la flexibilidad mental y emocional
- Cultivar la escucha activa. Poner atención consciente en la conversación con otra persona, mantenerte en el presente, ni interrumpir, no juzgar o mostrar una postura corporal abierta a la comunicación son algunas de las claves de la escucha activa.
- Ser empáticos. Empatizamos con otros en la medida en que nos sentimos comprendidos, valorados y aceptados por el entorno. Solo desde este estadio, en el que nos colocamos en el lugar del otro, podremos soltar rigidez.
- Salirse de los polos extremos. No todo es blanco o negro, hay diversidad de colores, como de opiniones o creencias, igual de válidas que las tuyas. Desafíate a leer periódicos diferentes a los que lees habitualmente, escucha música completamente diferente o haz ejercicios de creatividad. ¡Te ayudará!
- Poner distancia a los rumores de la mente. La meditación es una estupenda herramienta para encontrarse con uno mismo y autoconocerse. A través de ella podrás coger distancia y ver tus propios frenos y juicios mientras te alejas de ellos. No son tuyos, el cambio es posible.