Muchos de nuestros problemas tienen una solución más fácil y accesible de lo que pensamos. Todo tiene que ver con el grado de complejidad que estemos dispuestos a darle. A veces creamos un monstruo que no existe, o le damos mayor altura y volumen a un problema que realmente puede ser abordado y vencido con solo un poco de ingenio.
Esta máxima sirve también para aquellas tareas que sentimos que nos superan. Nos estamos refiriendo a encargos, trabajos, recados o deberes que nos hacen ir cuesta arriba, que no creemos tener la fuerza o los recursos suficientes para afrontar. De la misma forma que los problemas que nos atemorizan, las tareas arduas suponen un monstruo que se hace más y más poderoso cuanto más postergamos enfrentarnos a él.
Aplicar resiliencia a tus problemas enquistados o tareas arduas es una forma de salir adelante, de superar una situación incómoda, difícil o dolorosa que podrías estar alimentando debajo de la alfombra hasta que te explote. Superar etapas y afrontar cambios, esos son los valores que desde una mentalidad resiliente puedes aprovechar para darle carpetazo a todas las tareas y problemas que no te permiten avanzar. Y el secreto de esta actitud resiliente solo necesita una palabra: resolución.
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La procastinación es enemiga de la resiliencia
Aquello que nos hace sentir bien, con lo que disfrutamos o que nos resulta fácil, siempre es aquello que no produce procastinación. Por si no lo recuerdas, procastinar es dejar para luego algo, y entretenernos con cualquier pasatiempo para evitar acometer aquello que nos da pereza o aburrimiento.
Tengamos en cuenta que, universalmente, existen dos tipos de cosas para ti: las que te gustan y la que no te gustan. Y existen infinitas formas de organizar ese trabajo, el de la vida diaria. Pero si lo simplificamos encontraremos que hay tres maneras generales de afrontar esto: hacer todo lo que te gusta al principio, y lo que no te gusta al final; al revés: hacer todo lo que no te gusta al comienzo, y lo que sí te gusta lo último; o ir alternando, hacer una cosa que no te gusta, y luego otra que si te gusta, y así sucesivamente. Estos tres modelos marcan una pauta emocional que lo cambia todo en función del orden en el que decidas realizar las tareas o darle salida a los problemas.
Probablemente la más extendida es hacer primero lo que más nos apetece y después lo que menos, pero a la larga esta es la estrategia más costosa. Ya el mero hecho de darle prioridad absoluta a lo que sí nos gusta es una forma de procastinar, porque siempre habrá tareas urgentes que no nos gustan y que necesitarán ser completadas con cierta urgencia. Pero es que, además, cuando hemos completado la que si nos gustan, lo más probable es que no entremos de lleno con la que no nos gustan, porque el rechazo será mayor al saber que todo lo malo/aburrido/difícil es lo que nos espera.
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Invertir el orden, a priori, tampoco es buena idea. Es decir, hacer primero todo lo negativo para quitarlo de encima cuanto antes y luego hacer todo lo positivo, puede producir un colapso de nuestros recursos. No solo es agotador hacer solo cuestiones que no nos gustan, sino que además ese mismo hecho puede hacer que no encontremos la forma de realizarlas, porque nos saturen, nos agoten o nos resulten más difíciles.
Sin duda la mejor opción para afrontar todo aquello que nos dificulta la vida y que se queda enquistado en nuestra lista de tareas es alternarlo con cosas que sí nos motivan, nos alegran y nos recuerdan que las cosas pueden ser tan malas o aburridas como buenas y divertidas.
Evita improvisar y seguir un patrón
Cuanto más cosas dejes al azar, más riesgos estarás tomando. Porque solo un hábito muy bien engrasado es capaz de llevar a buen puerto la improvisaciones inevitables. Realiza un ejercicio de planificación minuciosa de todas tus tareas con el objetivo de minimizar recursos, esfuerzos y preservar tu buen ánimo.
Esto significa que si sabes que tienes que ir y volver muchas veces de un sitio (por ejemplo) puedes estudiar cuál es la mejor forma de aprovechar los viajes para tratar de hacer menos, o de que te sean más agradables. Ese equilibrio entre restar esfuerzo y elevar el ánimo es muy importante y no podemos dejarlo a la improvisación, pues es muy probable que si tienes muchos puntos negros en tu calendario de tareas por hacer que no has hecho y que te preocupan porque los dejas para después, hayas abusado precisamente de esa improvisación.
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