De todo podemos sacar una motivación, contágiate de energía dándole la vuelta a los problemas

Muchas de las tareas que hacemos a lo largo del día no las haríamos, si pudiéramos elegir solo lo que realmente querríamos hacer. Motivarnos adecuadamente e ir quemando etapas es lo que nos hace seres inteligentes y marca nuestro éxito.

Por Cristina Soria

Por mucho que te guste tu trabajo, si pudieras dejarlo es muy probable que no regresaras mañana. Hacemos todos los días un sinfín de cosas a las que no nos podemos negar, que realmente no deseamos hacer, y que tienen un sentido puramente práctico. ¿Qué nos hace levantarnos por la mañana?

La motivación es lo que realmente mueve el mundo, y forma parte de un mecanismo psicológico que nos activa y nos hace actuar. Desde la tarea más sencilla y primaria, como el deseo por comer, beber o dormir, la motivación nace en nosotros como un impulso hacia delante con el objetivo de conseguir algo que nos beneficie de alguna manera, bien sea para eliminar una molestia, sentir placer o reconfortarnos.

A un nivel más complejo, necesitamos motivación para todo lo demás, ir a trabajar, acompañar a un amigo al dentista, lavar el coche, hacer un pastel... Todo lo que hacemos tiene un objetivo del que visualizamos el resultado, y conocer sus consecuencias nos hace activar nuestra disposición a dedicar tiempo y esfuerzo a hacerlo.

En algún aspecto, esta motivación es la que nos hace seres inteligentes y nos diferencia de los animales, pues no solo nos activamos por el instinto, sino que el propio muelle de la motivación nos empuja a pensar cómo mejorar nuestros actos para conseguir más eficiencia, hacer las tareas de forma más agradable y descubrir nuevas utilidades.

Sin embargo, cómo enfocamos la motivación es primordial. Conocerse a uno mismo y saber qué cosas podemos hacer de manera más sencilla y cuáles nos agotan es clave para poder modificar las rutinas que nos suponen un esfuerzo extra, hacerlas más llevaderas y sentirnos más felices. A veces no es más que cambiar la hora en la que hacemos ciertos recados o tareas, algo que puede dar la vuelta completamente a la percepción del esfuerzo que dedicamos, y otras veces consiste en mezclar tareas complementarias que no ayudan a percibir que haciendo dos cosas a la vez nos estamos esforzando menos consiguiendo el doble de eficiencia.

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El enfoque positivo

Basta con que alguien nos diga que aquello que estamos haciendo está bien hecho, para que una tarea que nos agota, aburre o nos es indiferente se convierta en un trabajo motivador. Sentir que hacemos bien las cosas, que les damos un enfoque personal o que somos más rápidos y eficientes que otras personas puede darle color a tareas plomizas.

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No consiste en engañarnos, como Roberto Benigni a su hijo en la película La vida es bella, que le hace creer que están participando en un juego para que el niño sea feliz viviendo en un campo de concentración, pero aprovechar todos los impulsos positivos que tienes en tu día a día para darte cuenta de que eres única haciendo ciertas tareas, pese a que sean agotadoras, puede ser la forma de elevar tu autoestima haciéndolas, valorar tu criterio único e intransferible y activar la percepción de que tienes mucho a tu favor, aun cuando no ames lo que estás haciendo.

En compañía todo sale mejor

Hay tareas que a veces se hacen cuesta arriba. Desde ir al gimnasio hasta ir a recoger unos impresos a Hacienda. Considera buscar la forma de hacer este tipo de cosas con alguien con quien sintonices. Apuntarte a un gimnasio cuando hace décadas que no te pones un pantalón de deporte puede ser una tarea digna de auténtica ingeniería emocional, pero si buscas a alguien que esté en tu misma situación, con quien sintonices bien y que creas que no te supondrá al final una excusa para dejarlo, adelante, puede ser tu complemento perfecto.

Sin embargo, cuando no hay nadie que pueda ayudarnos, existen motivaciones enlatadas que suplen la compañía. Utiliza la música, lleva auriculares y prográmate una playlist motivadora. No tiene por qué ser cañera, sino evocadora, y en la selección musical está el secreto de tu motivación. Puede que el pop ligero sea el más indicado para ciertas tareas y que el rock te sirva en otras.

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Gratifícate por cada paso

El mantra siempre debe ser “paso a paso, paso a paso”. No podemos dar el siguiente sin haber dado el actual. Y si nos empeñamos en dar diez pasos a la vez, probablemente acabemos en el suelo y sin ganas de dar ninguno. Y para dar los pasos hace falta cierta gratificación, como cuando le damos una chuche de premio a nuestra mascota.

Para atraer a una perro hacia una tarea o posición, le ponemos delante una chuche y se la damos en cuanto lo consigue. Para que tú te muevas y hagas lo que tienes que hacer ponte pequeñas alegrías a lo largo de tu recorrido. Puede bastar simplemente con llevar una lista de todas las pequeñas tareas que implica tu tarea principal, e ir tachando a cada pasito, porque el hecho de ver como la lista se va tachando poco a poco te puede ir reforzando el sentimiento de avance, consecución y éxito.

Prepárate para los momentos de pereza, cansancio o ansiedad. Hay muchas cosas que no las hacemos simplemente porque visualizamos que podemos sentirnos mal haciéndolas. Sin embargo, pueden ser importantes y las necesitamos. Adelántate a ese momento y focaliza tu atención en desnudar la causa de tu recelo, ¿es real? ¿es tan grave? ¿podría ser pereza? ¿cómo podría ser menor? Adelántate a tu abandono, y transforma esa resistencia en motivación. ¿Y si cambias de hora? ¿Y si compartes esa tarea con otra persona? ¿Y si en vez hacerlo en un día repartes el esfuerzo en varios?

Cambiar el chip, cambiar la tarea

Hay cosas que nunca querremos hacer de forma voluntaria y, sin embargo, son necesarias para que sigamos viviendo con cierta comodidad. Pero nunca es tarde para dar un giro a nuestra vida. La respuesta a una tarea que no queremos hacer no es simplemente no hacerla o postergarla, sino darle una respuesta que pueda completarla, sea en positivo (haciéndola) o buscando un sustituto.

Muchas veces pretendemos no mirar a los ojos a los problemas y con eso conseguimos una mayor resistencia a afrontarlos. Y tal vez en ese acto de análisis, apreciando qué es lo que realmente debemos hacer y por qué nos causa malestar o cansancio, podemos dar con una alternativa: tal vez cambiar por completo la tarea, reformulándola y encontrando una alternativa completamente diferente, pero que cumpla el mismo fin y que nos motive de otra manera.

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