Los nervios son la emoción principal y característica de toda primera cita. Si carecemos de esas mariposas en el estómago podría parecer que no es una cita y puede que ni siquiera mereciera la pena mantenerla. Estar nerviosa, pensar una y otra vez cómo actuar de la mejor manera para que todo resulte a las mil maravillas, y caer en la cuenta de que casi todo lo que se ha dicho podría haberse dicho mejor, más claro y de forma más atractiva, es un lugar común de todas las primeras citas.
Sin embargo, cuando el estrés que produce la cita es excesivo, podríamos identificar que más que emoción es ansiedad, y que esta situación puede verse afectada por un bajo nivel de autoestima, pues una primera cita es similar (aunque guardando las distancias) a una entrevista de trabajo.
El síndrome de la entrevista de trabajo
Sentarte frente a una persona que no conoces, pero de la esperas se aceptada, poner sobre la mesa quién eres, qué has hecho y qué pretendes hacer con tu vida, son premisas que podrían ajustarse por igual y con la misma facilidad a una entrevista de trabajo o a una primera cita.
En ambas situaciones queremos que la persona que tenemos delante nos dé su visto bueno, queremos ser aceptados, aprobados, y que todo lo que hemos hecho hasta ahora confirme que somos la persona que buscan. Es decir, que tanto la entrevista de trabajo como la primera cita podrían conformar actos rituales de validación. ¿Mi vida ha tenido sentido? ¿Soy la persona que quiero ser? ¿Soy capaz de convencer a quien tengo delante de que así es?
Estas preguntas son muy importantes para la percepción que tenemos de nosotros mismos, y constituyen los pilares fundamentales de la autoevaluación que nos hacemos continuamente y que redunda en nuestro nivel de autoestima.
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Trucos para salir de casa rumbo a la primera cita
Todo lo que diferencia a una primera cita de una entrevista de trabajo es aquello que, si somos conscientes, puede ayudar a que nos relajemos. En la entrevista el reclutador probablemente esté más que acostumbrado a ver pasar aspirantes por su mesa, y tomará esta reunión como una cita más, donde además conocerá los entresijos de los nervios de quien tiene delante e incluso puede usarlo en su favor. En una cita no, quien tenemos delante probablemente también esté nervioso y se enfrente a las mismas dudas sobre si nos gustará pasar tiempo con él y si logra mostrarse lo suficientemente atractivo para que la cita salga bien.
A la hora de elegir el lugar donde vais a veros, no pongas las expectativas muy altas, simplemente déjate llevar y busca que sea un ambiente neutro y desenfadado. Una medida de presión extra para ti puede ser que pongas mucha ilusión y esfuerzo en que la cita se desarrolle en un marco incomparable, y ante cualquier distensión te sientas menospreciada o que cualquier falle acabe frustándrote. Una primera cita cumple su función si os conocéis y si profundizáis en quiénes sois, y para eso todos los elementos externos pueden no ser necesarios.
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No tengas prisa por contarlo todo de ti
A veces menos es más. Otra diferencia entre una entrevista de trabajo y una cita es que la decisión no es inminente ni tiene fecha de caducidad. Las citas pueden ser progresivas. Si tienes demasiada prisa por expresar y demostrar todo lo que eres puede que la cita se sature.
Fruto de la emoción de la primera cita es difícil que todo lo que digamos sea tenido en cuenta en su plenitud. Por eso, no es el momento de explicar grandes historias sobre nosotros (quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos), es más, puede que si pretendemos a toda costa explicar algunos aspectos importantes de nuestra vida, no consigamos hacerlo como desearíamos y sintamos después cierta frustración o una herida en nuestra autoestima.
Por ejemplo, te interesa mucho tu trabajo, has peleado duro estos años por conseguir grandes logros, y utilizas esta información para enamorar a tu cita, porque consideras que es una historia original y que denota tu perseverancia y creatividad. Sin embargo, no tienes la opción de explicarlo como desearías, la historia queda empañada por algunas interrupciones del camarero y percibes que tu cita no acaba de entender bien porqué se lo cuentas. El resultado puede ser frustración y la idea de que tu cita no te valora lo suficiente. Tal vez se trata simplemente de que has elegido un mal momento para explicar una gran historia.
Busca empatizar con tu saber estar, e ir desgranando tu personalidad según vaya presentándose la oportunidad. No te obsesiones con explicar capítulos completos de tu vida antes de tiempo, ni en acaparar la conversación. Porque, además, nada resulta más agradable que alguien que te escucha, y si quieres resultar atractiva el secreto está en saber equilibrar todo lo que cuentas con todo lo que escuchas.
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