Nunca podremos saber cuándo estamos experimentando una situación que nos conducirá a un trauma, porque precisamente el trauma es la consecuencia posterior a una vivencia que ha dejado una herida sobre tu vida, y que se manifestará en tu forma de percibir los acontecimientos posteriores, variando tu conducta e incluso conduciéndote a síntomas físicos inesperados en un primer momento.
No cabe duda de que los hechos traumáticos son situaciones que en ocasiones saltan a la vista por su crudeza. Generalmente son traumáticas, porque ocurren en una etapa de nuestra vida en la que aún no tenemos los recursos emocionales para entenderlas y encajarlas, o porque nos sobrevienen a tal velocidad o violencia que no disponemos del tiempo necesario para asimilarlas.
Casi cualquier situación traumática, si la viviéramos a cámara lenta y pudiéramos reaccionar de forma meditada, conociendo la envergadura del problema y sus implicaciones, probablemente jamás llegaría a cristalizar en un trauma. Pero son, precisamente, estas características las que hacen que lo sea.
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Cómo pasar página
Una actitud resiliente ante la vida probablemente no sea la única arma para luchar contra un trauma. Sin embargo, por lo que significa la resiliencia, esta es la actitud para afrontar los cambios y las situaciones difíciles: cuanto más resiliencia apliquemos a nuestras decisiones cotidianas, mejor afrontaremos cualquier situación que pudiera desencadenar en un tauma.
Los síntomas de un trauma son nerviosismo, irritabilidad, preocupación y ansiedad. Entre otras actitudes, se suele tender a no querer hablar de aquello que nos produce esta preocupación o sobre cuál fue la raíz de ese trauma. Esto implica no pasar página, pues cuanto más ocultamos los pensamientos o sentimientos hacia ese acontecimiento, menos seguras nos sentiremos para afrontarlo.
Desde un punto de vista psicológico, lo mejor que podemos hacer para superar un trauma es afrontarlo. No generar un tabú ni un oscuro tema al que no referirnos jamás. Pues aunque permanezca oculto y no lo afrontemos, las consecuencias persistirán y seguirán su curso, y probablemente incluso se hagan más fuertes según pasa el tiempo y mantendremos el trauma guardado en un cajón.
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En qué consiste hablar sobre el trauma
Para afrontar una situación traumática no basta con pensar en ello de forma positiva o hablar con cualquiera sobre ello. El proceso puede ser complejo, y no todas las personas desarrollan los síntomas de la misma forma, por lo que la solución no es standart ni sirve para todos.
Sin embargo, para hablar sobre el problema que causó este trauma conviene conseguir un interlocutor que no te juzgue y que pueda resultar un confidente pausado, que ponga toda su voluntad en ayudarte a expresar aquello que te hizo daño, y que permita que el diálogo fluya.
Pese a que una actitud abierta y dialogante para no mantener los motivos sospechados del trauma ocultos puede ayudar mucho a pasar página, la ayuda de un profesional de la psicología puede ser determinante. Sin embargo, puedes iniciar este proceso de expresión con tu entorno.
Para abrir este capítulo de tu vida y empezar a transitar por las vivencias que te afectaron, una indicación muy útil es que intentes ordenar los acontecimientos cronológicamente, y valores cuáles fueron las sensaciones que fuiste experimentando, tratando de identificar cómo crecía en ti la molestia, o la frustración, y cómo en algunos aspectos eran sensaciones negativas que veías reflejadas en tí, pero que probablemente provenían de otras personas; o la posibilidad de que las propia causas del hecho traumático que viviste fueran más difíciles de asimilar que el hecho en sí.
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