Parece que a día de hoy una gran parte de la población de ha rendido a los beneficios del fitness: los gimnasios proliferan en nuestras calles, cada vez vemos a más gente haciendo running por la ciudad y disciplinas como el yoga se han introducido como parte de la rutina de muchas personas.
Pero lo cierto es que, según la OMS, el porcentaje de población que lleva una vida sedentaria, sin practicar ningún tipo de deporte, es al menos del 60%. Las largas jornadas laborales, las actividades domésticas y el transporte de tipo pasivo favorecen esta situación, especialmente en las grandes ciudades.
Encontrar el momento oportuno para hacer ejercicio físico, y además con regularidad, supone un gran esfuerzo para mucha gente. Es cierto, que en muchas ocasiones no disponemos del tiempo aparentemente suficiente, o el gimnasio que tenemos debajo de casa es demasiado caro, o sencillamente no estamos en forma y no sabemos por dónde empezar.
Aún así, debemos encontrar la manera de incluir un mínimo de actividad física en nuestra rutina diaria porque es un factor clave para mantener un buen estado de salud a todos los niveles.
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Nuestra espalda, una de las principales perjudicadas
Una de las primeras y más visibles consecuencias de no hacer deporte es sufrir dolor de espalda. Un estilo de vida sedentario favorece una mala postura a la hora de sentarnos y caminar, por no hablar de lo poco fortalecida que está la musculatura de esa zona del cuerpo (y del resto) cuando no está ejercitada.
El mero hecho de tener que estar muchas horas sentados, aunque sea en la postura adecuada, ya ejerce una determinada presión sobre nuestra columna vertebral. Si, además, no tenemos una buena postura corporal, nuestra espalda llegará a su límite y sentir dolor será inevitable. La falta de ejercicio, como hemos dicho, hará que, además, la musculatura no esté fortalecida, y no sea capaz de sujetar nuestra espalda como esta necesita.
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La clave: una buena postura y el ejercicio adecuado
Si has de pasar muchas horas en la silla, insistimos, es fundamental que mantengas una buena postura. Para ello has de mantener la espalda siempre erguida, con la columna apoyada con firmeza en el respaldo. Lo normal es que quede alguna parte de la espalda que no puedas apoyar, y lo mejor que puedes hacer es colocar un pequeño cojín que rellene ese hueco.
No descuides la posición de las piernas y asegúrate de que quedan separadas y perpendiculares al suelo, para que puedas apoyar sin dificultad el pie completo en el suelo. La altura de la silla también es importante: procura que el tablero de la mesa esté alineado con el esternón, y mantente cerca de la mesa para evitar inclinarte hacia adelante sin necesidad.
Además, procura levantarte de la silla cada hora, como mucho, y camina, estirando la espalda y relajando los músculos. Cada pequeño gesto suma a la hora de cuidar la salud de nuestra espalda.
La forma de ejercitar la espalda y fortalecerla no es otra que la actividad física. Sin dejar atrás todo tipo de estiramientos que puedes realizar en el trabajo, y algunos más complejos que hacer en casa por la mañana o por la noche, hay deportes que cuidan especialmente de tu espalda, como la natación y el pilates. En cambio, ten precaución con la bicicleta o el running, porque ejercen un impacto sobre tu espalda que puede hacer que aumenten las molestias.
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