Viajar sola, una oportunidad de autodescubrirte
Los viajes en solitario no son demasiado comunes, pero se trata de una modalidad de turismo que hace que el viaje sea muy distinto a como sería en compañía, no solo porque tenemos todo el control de los lugares que visitamos y las personas a las que conocemos, sino que ayudan a reforzar nuestra autoestima.
Viajar en soledad necesita de cierta dosis de autoestima y de seguridad en uno mismo. Sin embargo ¿qué va antes, la seguridad o la búsqueda de ella? La razón principal por la que muchos se echan atrás antes de emprender una aventura de este calibre se debe a asociar los viajes en solitario con la exclusión, con el miedo a que parezca que te han dejado plantada en el último momento o que no has conseguido amigos que se sumen a viajar contigo.
Parece que arrastramos el estigma de la soledad, que presupone que no es divertido viajar sin compañía. Sin embargo, puede ser una decisión personal muy bien meditada con un resultado lleno de independencia, diversión y disfrute.
Descúbrete a ti misma
Cuando salimos de nuestro entorno descubrimos quiénes somos realmente. Esta afirmación rara vez es puesta en práctica de forma voluntaria y solemos enfrentarnos a ella cuando no hay más remedio: ante un traslado por estudios o trabajo, o un incidente personal fortuito. Sin embargo, cuando cortamos todos los vínculos con nuestro entorno tenemos la oportunidad de ser otra persona: tal vez la que somos verdaderamente.
Es cierto que nos comportamos y que vemos el mundo en función de las personas que nos rodean. Por eso cuando elegimos a alguien que nos acompañará en un viaje, elegimos a alguien con quien nos sentimos bien sintonizados para un determinado tipo de ocio, de destino y de actividades. ¿Verdad que no todos los amigos sirven por igual para cualquier ruta? No solo los hay más aventureros o más dados al turismo gastronómico, sino que cada persona nos hace sentir de una manera y potencia, porejemplo, nuestras actitudes sociales o nuestro deseo de riesgo o control.
Por esa razón, viajar en soledad puede hacer que tu viaje adquiera una dimensión sorprendente, porque implica tirar los dados y descubrir qué tipo de viaje es en función tan solo de tu parecer, de tu adaptación emocional a los acontecimientos y de las nuevas personas que conozcas en el camino.
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Sólo tú marcas la ruta
Cuando viajamos nos transformamos. Adquirimos nuevas experiencias, puntos de vista, sabores y olores. La concentración y la libertad son dos de las actitudes que necesitamos para entregarnos a estas experiencias inmersivas. Viajar en soledad no significa estar sola, sino permanecer independiente y con los sentidos abiertos a lo que el viaje te ofrece.
El objetivo es iniciar el camino en soledad e ir descubriendo a nuevas personas, tanto viajeros como lugareños. Aprender otras costumbres, otros acentos y formas de ver la vida, y hacerlo exactamente a tu paso, sin negociar qué hacer y qué rechazar, ni moverte por más prejuicios o deseos que los tuyos propios.
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El relato
Cómo contamos las cosas no es una cuestión puramente objetiva, sino que el recuerdo que nos dejan las vivencias que tenemos, y los viajes, tiene mucho que ver con cómo articulamos las ideas para ser contadas. Es decir, que independientemente de cómo haya sido un viaje, una excursión o una aventura, la historia que quedará en nuestro recuerdo será la forma inicial con la que seamos capaces de expresarla, y de esta forma guardamos el recuerdo.
Cuando vivimos experiencias con amigos o familiares, construimos ese relato de manera “colaborativa”, es decir, que entre varias personas se genera un punto medio de esa historia que aúna no solo lo que todos han percibido o sentido, sino que también se adultera con ciertas exageraciones o inexactitudes que se arrastran de unos a otros. ¿Son recuerdos falsos? No, pero sí se trata de percepciones subjetivas, y siempre existen en todo tipo de acontecimientos y acaban formando parte de tu recuerdo de forma real.
Cuando viajamos en soledad y ejercemos total control sobre nuestra aventura, el relato lo construimos de forma independiente y con total libertad. Viajar en soledad nos permite hacer crecer nuestra autonomía y controlar en todo momento, no solo el camino y las decisiones logísticas, sino el relato de aquello que nos acontece. Así puedes darle a las cosas el valor que realmente tiene para ti, y valorar los acontecimientos solo bajo tu forma de medir las cosas.
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