Existen un sinfín de razones personales que nos evitan mover pieza y seguir avanzando en la vida. Puede que no seas consciente, pero hay resortes que permanecen anclados porque sientes, de alguna forma, que hay capítulos de tu vida que prefieres no cerrar o que no logras hacerlo aunque lo pretendas.
Aquellas razones que, subconscientemente, no te permiten avanzar, restan energía a tu presente y te alejan del futuro, pues te fuerzan a preservarte para experiencias agotadas o recuerdos caducos.
Cualquier tiempo pasado no fue mejor
Existe una resistencia muy común en creer que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Es decir, que aquellas cosas que no nos gustan, en el fondo son llevaderas porque ya nos hemos acostumbrado a ellas y son parte de “la familia”. De esta forma, el sentimiento de rutina arraiga en nuestra forma de ser y hace que creamos que no hay nada mejor que lo que tenemos ahora.
El futuro no es oscuridad, por falta de luz, sino que puede ser del color que tú quieras. Acabar con el miedo a avanzar y a desechar el pasado es la primera regla que debemos poner en práctica para deshacer el “hechizo” de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Así aprenderemos a mirar al futuro con optimismo.
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La frustración de errar
Si en el pasado hemos intentado una o varias veces conseguir mejoras en nuestra vida, y estas han acabado mal y no han surtido efecto, es muy probable que nos frustramos y que desistamos de volver a intentarlo. Esto es, estadísticamente, una mala idea. Cuanto más veces se intentan las cosas, más probable es que consigamos nuestro objetivo.
Sin embargo, todo lo que nos sale mal se recuerda con mayor perseverancia. Eso tiene que ver con el “refuerzo positivo” que, a nivel cognoscitivo, realiza nuestro cerebro sobre todo lo que nos va mal, para que pongamos atención a mejorar la siguiente vez. Sin embargo, lo que produce en muchas personas este sentimiento de “todo lo malo me pasa a mí” no es, como cree el cerebro, un aliciente para hacerlo mejor y ser más cautos la próxima vez, sino para desistir totalmente de volverlo a intentar.
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La frustración que surge cuando has errado, cuando tus expectativas no se han cumplido y cuando has sentido que tus metas cada vez se van más lejos sin posibilidad de alcanzarlas, es en suma un impedimento anímico que nos aleja de quienes queremos ser, que nos pide que nos rindamos por adelantado y que en el fondo, si lo piensas bien, no atiende a razones lógicas. Intentar prosperar, conseguir nuestros sueños y convertirnos en quien queremos ser debería ser el motor de nuestra vida, y nada ni nadie debería evitarlo o deberíamos de ese camino.
Tu mérito no siempre será tenido en cuenta
Un problema de autoestima muy común consiste en no apreciar que se es valorado por los demás como en el fondo creemos que nos merecemos. Es muy probable que hayas sido capaz de cosas realmente sorprendentes, tanto tareas como decisiones difíciles de tomar, y que eso no te sume puntos en tu entorno más cercano, bien sea de familiares, amigos o de trabajo.
Sin embargo, este hecho no debería preocuparte, porque lo importante no siempre es qué piensan de ti, sino lo que tú sabes que puedes dar de ti. Si has sido capaz de grandes cosas, la única forma de sacarlas afuera es seguir haciéndolas, recreándolas, perpetuándolas y demostrarle al mundo de lo que eres capaz.
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