Rechaza ser emocionalmente dependiente con estas ideas

El primer paso para afrontar esta situación es el más difícil, y consiste en descubrir que tu miedo a la soledad y la inseguridad que demuestras en las relaciones sociales te impiden ser tú misma y te obligan a necesitar que otras personas te apoyen constantemente.

Por Cristina Soria

Nuestra personalidad siempre estará condicionada por los demás, porque somos seres sociales, y eso hace que la opinión de quienes nos rodean nos ayude a situar la nuestra propia y que, además, podamos sentir que sin el apoyo de los otros no somos capaces de seguir adelante o de incluso ser nosotros mismos.

Todo en su justa medida puede resultar positivo, sin embargo, cuando dependemos demasiado de otras personas para sentir la seguridad necesaria para atrevernos a ser felices, puede que estemos convirtiéndonos en personas dependientes a nivel emocional, y eso podría jugar en nuestra contra y también ser perjudicial para quienes nos rodean.

Hay personas que desarrollan una propensión mayor a ser dependientes emocionales y, además, hay quienes son buenos complementos de esas personas y demuestran una afinidad especial para convertirse en la muleta de quien necesita ese apoyo. De esta forma, cuando somos dependientes emocionales, nos convertimos en protegidos, lo que nos resta libertad, y esta relación complementaria puede ser negativa en ambos sentidos: uno demandando seguridad y otro sobreprotegiendo.

Cuál es el perfil de la persona emocionalmente dependiente

La autoestima juega un papel fundamental en este tipo de casos. Creer que las decisiones que tomamos no son tan acertadas como las de los demás puede hacernos buscar el respaldo de otras personas para “validar” nuestra vida, guiarnos y ayudarnos a no caer en errores. 

Sin embargo, la vida precisamente consiste en eso, en que uno mismo se equivoque, lo que conlleva un aprendizaje contínuo, y el rasgo característico de las personas emocionalmente dependientes es que temen tanto errar o no ser valoradas, que prefieren que otra persona les empuje constantemente hacia delante.

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La duda les acompaña, y antes de tomar una decisión por sí solas se lo piensan una y mil veces.  y, aun cuando han llegado a una conclusión, siguen dudando y son capaces de dar un volantazo en el último momento, por miedo a estar tomando la decisión errónea.

La baja autoestima, y la percepción de que “sus decisiones siempre fracasan” se unen con el refuerzo negativo de sentir que el mundo está más en su contra, porque no les valoran o porque les desean el fracaso. Esto genera de forma inequívoca la necesidad de que alguien les apoye, necesitan que otro sea capaz de marcar su rumbo y de hacerles ver, de forma constante, qué decisión elegir y cómo manejarse por la vida.

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La trampa del amor romántico

La consecuencia más peligrosa de estas relaciones sociales, generadas alrededor de la falta de autoestima de uno, y de la seguridad de otro, es generar un caso de dependencia emocional y a otro de “apadrinamiento”, porque se pueden generar lazos de alta dependencia, de falta de libertad y de opresión.

Probablemente hayas oído hablar de los vampiros emocionales, que son personas que nos restan energía (nuestra libertad) generando una relación de dependencia. Este hecho puede darse en ambos sentidos. Tan vampiro puede ser el que pide ayuda, protección y cobijo, como quien insiste en proveer de esa seguridad y no le permite al otro desarrollarse de forma integral, generando así una relación de privación de la libertad del otro, por un refuerzo constante de que está en lo cierto: los demás no te valoran lo suficiente, los demás perciben tus errores, nadie te ayuda como yo.

Estos perfiles, de personas emocionalmente dependientes, son muy proclives a ver en su pareja a este salvador, y a depositar en él la seguridad que necesitan y el refuerzo positivo. Sin embargo, es común que se trate de relaciones extremadamente dependientes que, a la larga, se hagan irrespirables. 

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Síntomas de alerta

El mayor miedo de una persona emocionalmente dependiente es el miedo en sí mismo y, por tanto, sentirse en soledad y desvalid de esa ayuda emocional. Suelen ser personas que rara vez pasarán una época sin pareja, y que cuando la pasan, buscan muy especialmente la compañía constante de amistades o familiares. 

No saber estar en soledad, ni ser capaces de desarrollar una actitud positiva ante la propia personalidad son dos deberes suspendidos para quienes sufren de esta condición, y es precisamente lo único que necesitan para iniciar ese proceso de fortalecimiento que tanto anhelan.

La seguridad no está en los demás, sino en uno mismo, y no es tan necesario buscar el refrendo en otros, sino la facultad de convivir con las propias decisiones y de no sentir urgencia o inseguridad cuando nos sentimos a solas. Es por esta razón, por esa necesidad imperiosa de verse refrendadas y en compañía, que las personas emocionalmente dependientes se pueden mostrar enormemente sumisas y manipulables ante cualquier persona que pudiera encajar con su necesidad de refuerzo.

Es por tanto un rasgo a tener en cuenta, que la dependencia emocional, no solo genera la necesidad de ser apoyados, sino que esto hace que cada vez seamos más dependientes, no desarrollemos nuestra propia autoestima y temamos en mayor medida vernos sin la ayuda de quien nos sirve de complemento.

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