Siempre que hablamos de ansiedad mencionamos de forma colateral el estrés o el miedo. Sin embargo, son tres conceptos independientes, aunque estén muy relacionados. Cuando nos convertimos en adultos descubrimos que las cosas no son ni blancas ni negras, y que podemos sentir miedos aunque no siempre sepamos bien a qué. Esto sería, de alguna forma, la ansiedad y lo que implica en nuestro día a día.
Porque si supiéramos en todo momento qué es lo que nos produce miedo y en qué reside nuestro sentimiento de preocupación o alerta, podríamos buscar siempre la solución a los problemas y salir indemnes de cualquier problema. Sin embargo, la cuestión siempre es más compleja, y acabamos arrastrando miedos que no sabemos cómo nombrar, ideas que no acabamos de comprender y finalmente experimentamos ansiedad ante la vida sin una constatación evidente de qué la produce.
La ansiedad es parte de nuestra paleta de emociones, vivir con cierto grado de ansiedad es necesario y completamente normal. Es lo que nos hace estar alerta cuando nos movemos por la vida, ya que sin una dosis mínima de esta emoción podríamos resultar apáticos y no poner nuestros cinco sentidos en aquellas cosas que nos importan. La ansiedad refuerza tu percepción de que cada momento cuenta, que controlas tu vida, y que tienes la gran responsabilidad de vivirla de la mejor manera.
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La ansiedad se ha disparado
La felicidad es desear ser feliz. Bajo esta frase tan sencilla se esconde uno de los mayores secretos de occidente. Cuanto más deseamos algo, y proyectamos el deseo de poseerlo o alcanzarlo, más acopio de felicidad futura obtenemos, y más dulce parecerá ser el momento de tocarlo con nuestras propias manos.
Esta idea, que está enfocada a la felicidad, también genera ansiedad. Porque la ansiedad es miedo al fracaso, tensión sobre el futuro, inseguridad sobre los temores que proyectamos y, en definitiva, la incipiente infelicidad que surge cuando nuestros ritmos vitales nos avisan de que no estamos consiguiendo nuestros objetivos.
Aunque el ser humano necesita ansiedad para seguir alerta, a la vez vivimos de espaldas a este tipo de refuerzos primarios. Consideramos, por tanto, que sentir ansiedad es una dolencia y luchamos contra ella con medicación. Según un estudio de la Unión Europea, España es el país comunitario en el que más ansiolíticos se consumen. Y según la OMS, la ansiedad es la primera dolencia mental de occidente.
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¿Qué ocurre para que la ansiedad se esté haciendo tan fuerte? Según los expertos en psicología, la ansiedad está creciendo y volviéndose más fuerte porque no estamos atajándola de la manera en la que deberíamos. Queremos cortarla, acabar con ella y ocultarla edificando un muro a su alrededor; paliándola con medicación o teniéndola en cuenta como una enfermedad.
Sin embargo, cada vez que rechazamos enfrentarnos a la ansiedad, de frente, estamos haciéndola más grande. Como los miedos de la infancia, que nos hacían creer que existían monstruos ocultos en la oscuridad de nuestra habitación, la ansiedad es un temor que se extiende con mayor velocidad cuando no le ponemos nombre, cuando no trabajamos sobre su análisis y mientras tratemos de escapar sin hacer las paces con ella.
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