Un clásico del verano es temer sufrir un corte de digestión cuando nos queremos bañar en la playa o la piscina al terminar de comer. Ya es mítico el recuerdo de la infancia de nuestros padres pidiéndonos que esperemos una o dos horas antes de ir al agua, un tiempo que para un niño supone una eternidad.
El corte de digestión, como lo conocemos de manera familiar, se denomina técnicamente “síndrome por hidrocución”, y la razón por la que siempre lo respetamos religiosamente, es porque siempre hay alguien que a su vez conoce a alguien que asegura que un conocido lo sufrió.
Y es cierto, los síndromes por hidrocución ocurren, aunque no son nada frecuentes ni siempre tienen su motivación en entrar al agua tras haber comido. Ni siquiera es un corte de digestión ni tiene que ver directamente con un fallo en el aparato digestivo. Realmente a lo que llamamos “corte de digestión” es un shock de nuestro cuerpo por sufrir una diferencia muy brusca de la temperatura, lo que se llama técnicamente un “shock termodiferencial”.
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Lo más probable es que cuando entras en contacto con el agua fresca de una piscina o de la playa sientas como durante un par de segundos se te corta la respiración, por la impresión que te produce esa temperatura. Lo que ocurre cuando experimentamos un “corte de digestión” en el agua es que ese acto reflejo de inhibición de la respiración es mucho más abrupto, probando una sobrecarga cardiaca que desencadena a su vez una parada cardiorrespiratoria.
Por esto es tan peligroso sufrir este síndrome de hidrocución, porque la muerte puede ser fulminante. A veces el proceso es algo más lento y se inicia con un dolor de cabeza profundo, náuseas, visión borrosa y zumbido de oídos, que en muy pocos instantes culminan en un desvanecimiento. Lo importante es poder socorrer a la persona que lo sufre sin esperar un segundo, antes que el desvanecimiento sea irreversible y que, incluso, pueda caer al agua y ahogarse.
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¿De verdad el proceso digestivo no tiene nada que ver?
Podemos sufrir un síndrome de hidrocución en cualquier lugar y a cualquier hora, siempre que nos introducimos en una temperatura fría de forma repentina. Podría darse el caso, sin lugar a dudas, de que alguien sufra este síndrome al entrar en una bañera llena de agua fría y con el estómago vacío, habiendo hecho la digestión 3 horas antes, por poner un ejemplo.
Sin embargo, si hemos comido antes y estamos en pleno proceso de digestión, sí se añade un punto de peligrosidad, porque durante el proceso digestivo nuestro organismo sube la temperatura corporal para liberar calor y absorber los nutrientes de los alimentos. Cuanto más calórica o proteica es la comida, más variará nuestra temperatura corporal y más probabilidad de sufrir este síndrome tendremos.
Además, se asocia a comidas de vacaciones, antes de lanzarnos a la playa o a la piscina, que pueden ser copiosas: paellas mayúsculas precedidas de entrantes o parrilladas junto a la piscina, costillar o hamburguesas. En todo caso, si hemos comido de forma opípara, podemos tomar la precaución de esperar una hora antes de ir al agua, si está está fría. Si está caliente, no existe ningún problema, pues cuanto menos diferencia de temperatura haya entre nuestro cuerpo y el agua, menos probabilidad de sufrir este episodio tendremos.
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