Cuando las rutinas de la pareja se trastocan, aunque sea debido a las vacaciones, pueden acontecer situaciones caóticas que hacen aparecer nubarrones en forma de discusión, enfrentamiento o malos entendidos. Esto ocurre porque todas las piezas de nuestro comportamiento ya no casan, nos enfrentamos a más tiempo libre juntos, situaciones novedosas y nuevos conflictos con los hijos u otro familiares que ponen a prueba nuestro entendimiento de pareja.
Y cuando se supone que todo debe ser perfecto, no lo es
En ocasiones las vacaciones son las culpables de un mayor número de discusiones y enfrentamientos, cuando este periodo vacacional simboliza para ambos un espacio de tiempo que se presupone como tremendamente feliz y fuera de toda imperfección.
Puede darse que hayamos puesto tanto empeño en que las vacaciones sean un remanso de paz o de disfrute, que a cada detalle que esté fuera de ese ideal nos genere cierta sensación de imperfección o fracaso y que nos sume una percepción irascible, de vulnerabilidad y de contradicción.
¿Y con quién “pagar” estos sentimientos? La pareja es quien está a nuestro lado, sobre quien recaen de forma compartida las responsabilidades y los disfrutes de las vacaciones, y a quien miramos cuando queremos reconocer que algo no va bien, aunque realmente nos lo queramos decir a nosotros mismos o aunque no exista una correlación evidente entre lo que nos hace sentir irascibles y nuestra relación de pareja.
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Fórmulas que es mejor esquivar
Dos no discuten si uno no quiere, pero, además, lo más probable es que en vacaciones nadie quiera discutir y que sea precisamente esa una situación fuera de toda lógica. Por eso, para asegurarnos de que no ocurre, hay ciertas ideas que es bueno reforzar.
No esperes que el “click” de las vacaciones sea instantáneo, porque a veces tardamos unos días en adaptarnos a las vacaciones. Cuando llegamos a una nueva casa (si viajais) o cuando descubrimos que la nuestra necesita de nuestra atención y cuidados, puede que los primeros días del aparente descanso todavía no sean los más placenteros, y si estamos con la sensación de urgencia por disfrutar y no atendemos bien estos trabajos de intendencia puede que nos frustramos y mantengamos una relación complicada con la pareja y los otros miembros de la familia que nos rodean.
No sigas rigiéndote por los ritmos de antes de las vacaciones: cuando por fin llega el tiempo del relax los horarios son distintos, las velocidades cambian y las cosas por hacer se reconfiguran. Si aún sigues con un pie puesto en el trabajo o en los tiempos pre-vacacionales puede que te sientas desubicada y veas que todos se mueven a un son distinto del tuyo. Esto es como el chiste de quien conduce en dirección contraria y cree que todos los demás están locos: si estás de vacaciones y sigues “conduciéndote” con las velocidades del trabajo puede que salten chispas.
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Tanto cuando tienes poco tiempo de vacaciones, como cuando tienes mucho, la realidad es que los días pasan volando. No cuentes el tiempo que falta para que se acaben las vacaciones, olvida el calendario, te será más placentero y reducirás el estrés que te podría producir ver cómo un día en vacaciones pasa mucho más breve que uno de trabajo.
No sigas hablando de lo mismo de lo que hablas cuando estás en plena semana laboral, tómate las vacaciones como un paréntesis y no entres en jardines sobre problemas domésticos que pueden ser arreglados en otro momentos, ni en conflictos laborales o incertidumbres sobre el futuro. Lo que tenga que venir, vendrá, pero si pretendes mantener unos hilos de conversación con tu pareja similares a los que tienes cuando no estáis en vacaciones, puede que te sientas poco escuchada y que eso genere un sentimiento de lejanía entre ambos. Evítalo a toda costa.
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