Cómo identificar un comportamiento pasivo-agresivo

Aprender a detectar los signos de esta actitud es el primer paso para frenarla

por Gtresonline

Todos hemos oído hablar del carácter que define a un individuo con rasgos pasivo-agresivos. Sin embargo, en nuestra realidad cotidiana, no es tarea fácil identificar los signos de este tipo de conducta en las personas que nos rodean, ya que tratamos de buscar una justificación a cualesquiera que sean sus actos. Se trata de actitudes caracterizadas por la resistencia indirecta a peticiones o exigencias de otras personas, evitando una confrontación directa. Un comportamiento soterrado cuyas claves nos ha desvelado Giulia de Benito, psicóloga y directora de la Unidad de Psicología General de Instituto Centta, en una entrevista concedida a Gtresonline

¿Cómo detectar un comportamiento pasivo-agresivo?

Un comportamiento pasivo-agresivo aparece como una forma aprendida de gestión emocional cuando la persona no es capaz de afrontar directamente las emociones desagradables que siente, especialmente, el enfado, que considera como una emoción amenazante. Esto provoca que se generen dinámicas relacionales algo complicadas en las que a veces no sólo parecerá que la persona nunca se enfada, sino que se puede acabar mostrando la rabia a través de gestos de cariño. Además, podemos observar algunas de las siguientes características:

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  • Ambigüedad entre lo que dicen y hacen: el control sobre lo que se dice y lo que se quiere transmitir finalmente con el comportamiento es muy importante para que se genere esa tensión pasivo-agresiva.
  • Baja sensación de responsabilidad: tendencia a narrarse los acontecimientos vitales de forma que el culpable es siempre el otro. Puede que se produzcan olvidos selectivos de elementos que muestren lo contrario.
  • Gran reactividad ante el sentimiento de culpa: unido a la tendencia de colocarse en una posición victimista, cuando se le reprocha algo que ha hecho mal sentirá la necesidad de revertir la situación haciendo sentir al otro culpable.
  • Conflicto entre la necesidad de un otro y la propia autonomía: intentarán transmitir que no dependen de nadie a la vez que buscan sentirse apoyados. Delegan la gestión de la propia necesidad en la otra persona.
  • Actitud dejada ante las peticiones externas: se muestra una disposición de ayuda y apoyo explícita a la vez que indirectamente se busca generar en el otro la sensación de que pide mucho y se cortan las muestras reales de cooperación.
  • Indulgencia ante los errores de los demás: y no con los propios, que tendrán que ser justificados y comprendidos.

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¿Cómo se tratan estos tipos de casos?

Si detectamos que alguien cercano tiende a este comportamiento y queremos ayudarle y ayudarnos, recordar que de las mayores dificultades que podemos encontrar en una persona que tiende a comportamientos pasivo-agresivos es la comunicación y gestión del enfado. La posición de espectador es la mejor que podemos adoptar. Si tras un episodio en el que conseguimos identificar que esto es lo que está ocurriendo lo mejor que podemos hacer es dejar a un lado, al menos en un primer acercamiento, las estrategias que tan hábilmente se ponen encima de la mesa y que tanto nos confunden. En vez de hacerle ver que se equivoca o discutir (ya que lo que provocaremos es que se encierre en sí mismo/a y un mayor despliegue de estas estrategias) deberemos ser compasivos con su miedo y su dificultad y permitirle un espacio seguro en el que afrontar sus emociones y las nuestras. No vivir como un ataque personal su comportamiento e interpretarlo como una pobre gestión de sus emociones nos ayudará a acercarnos de esta forma y encontrar juntos una nueva y mejorada forma de afrontar lo que siente.

Si hablamos de un proceso terapéutico, la línea que personalmente me parece más interesante seguir es aquella que incida en la dificultad de identificar y gestionar las emociones. Por lo que acompañaremos a la persona a retomar una relación compasiva consigo misma en la que sea capaz de identificar sus emociones (especialmente el enfado), aprenda a escuchar a su cuerpo (como fuente importante de información acerca de sus estados emocionales), a comunicar de forma asertiva y por lo tanto poner límites en sus relaciones y aprenda estrategias que le ayuden a afrontar el miedo en los vínculos que establece.

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¿Qué consecuencias tiene tanto para el entorno como para la propia persona?

De todas las consecuencias evidentes o no que se pueden generar creo que las más dolorosas son el posible sentimiento de soledad de la persona que despliega el comportamiento pasivo-agresivo y la confusión de las personas que la rodean. No siempre somos capaces de identificar un comportamiento agresivo o de traducir lo que hay por debajo de situaciones así, y menos si se presenta encubierto como es este caso. Podemos perdernos en él fácilmente si, como forma de manipulación que es, no estamos lo suficientemente preparados para gestionar nuestras emociones.

El silencio es la mejor arma que tienen las personas pasivo-agresivas, y en terapia siempre nos llaman la atención los efectos tan negativos que genera. Callar puede parecer una buena estrategia cuando queremos cuidar las emociones de otra persona o cuando queremos proteger las nuestras. Pero los silencios pasivo-agresivos nunca son vacíos, es un espacio en el que la persona pone en marcha todos los mecanismos para interpretar la situación bajo la lente que le conviene y se convierte en ese tiempo en el mayor enemigo para sí mismo y el resto.

Al final dependerá de qué herramientas y dificultades traemos cada uno a las relaciones que establecemos, aunque las que se establecen con más facilidad si hay presentes comportamientos pasivo-agresivos son:

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