Cuando se legisla en el sentido en el que se ha establecido la normativa de la ley del pan, se busca que aquellos productos que consumimos sean lo que dicen ser y, por tanto, se amplíe la transparencia en cuáles son los auténticos ingredientes de los productos a los que accedemos y cuáles son sus procesos de producción.
En este sentido, la recién estrenada ley del pan hace referencia a cuál es la definición oficial de pan integral, para que no nos venden algo que no es. Y, además, regula cómo debe ser el etiquetado de todas las masas de harinas fermentadas, qué levaduras utilizar en función de su etiquetado y cuál es el IVA a imponer a estos productos.
Esta es una ley muy esperada tanto por consumidores como por ciertos productores de pan. Desde un punto de vista particular, consumir pan a veces se convertía en una ruleta rusa, pues nunca podíamos albergar una seguridad total acerca del producto que estábamos llevando a casa, y eso es especialmente grave cuando se tienen alergias, intolerancias o se es diabético.
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El pan está recogido como bien de primera necesidad. Sin embargo, los diferentes tipos son muy variados y generalmente su calidad puede variar mucho en función del beneficio económico que se pretenda sacar. Un pan más barato tendrá más conservantes y será más industrial que otro que, siendo más caro, probablemente esté producido con levaduras naturales y siguiendo un proceso más artesanal con mejores materias primas.
También a este respecto había mucho malestar entre los productores de pan artesano, bien sean obradores, tahonas y hornos. Su problema es que competían en un mercado en el que podía haber guerra sucia de los productores más industriales, que empaquetan su pan como si fuera natural, y hacen publicidad alabando ciertos aspectos que luego no tienen por qué ser reales, sin que existiera una regulación que les obligara a mantenerse escrupulosos al respecto.
Beneficios para el consumidor con la nueva ley del pan
Aunque todavía esta ley no cumple con todas las exigencias de los productores de pan artesano y las asociaciones de consumidores, sí es un primer paso muy importante para poder lanzar más luz acerca de los productos con los que se elabora el pan que llevamos a casa y cuáles son sus procesos de elaboración.
Una de las normas más interesantes es la obligatoriedad de informar al consumidor acerca de las proporciones de harina con las que han sido preparados los panes, y así conocer hasta que punto un pan es integral o semiintegral. Porque hasta ahora muchos etiquetados se acogían a que existía cierta proporción de harina integral para dar por sentado que toda lo era. Ahora estos datos deben mostrarse en el etiquetado, tanto de las harinas integrales como del salvado.
Ahora también se pone fin a que todo el pan que viene empaquetado con una bolsa marrón y se le añada una tipografía manual con letras que dicen “artesano” pase por serlo. No, ahora lo artesano debe ser aquel pan en el que se han utilizado medios humanos para su elaboración. Es decir, que no se ha producido con máquinas. La ley no hace hincapié en los procesos químicos que diferencian un pan artesano de uno industrial, y por ahora solo pide que, para ser artesano, esté elaborado por personas y que el uso de tecnología sea mínimo.
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De la misma forma, cuando se publicita en el envase que un pan es de leña, la normativa ahora obliga a que esa leña sea real, y no una forma de referirse a un proceso aromático o a una tecnología que lo recree. Leña ahora significará leña de verdad.
Desde ahora, no solo los fabricantes y las tahonas estarán obligados a etiquetar adecuadamente sus panes y sus lotes, sino que, además, tenemos el derecho como consumidores finales a pedir a nuestra panadería que nos muestre cuál es la ficha técnica del producto que nos venden. De la misma forma que en la pescadería y en la carnicería los tenderos están obligados a disponer de la trazabilidad de sus carnes y pescados, con el pan ocurrirá lo mismo, y ya no servirá acallar nuestras dudas solo diciendo que es un pan “de semillas”, sino que debemos conocer todo el proceso y sus ingredientes, no solo para garantizar la calidad de lo que pagamos, sino también para evitar problemas importantes con intolerancias, alergias y casos de diabetes y celiaquías.
A partir de ahora, además, el pan integral debería costarte algo menos, porque deja de tener un IVA del 10% y pasa a tener un 4% dado que es admitido también, como el pan normal, como un bien de primera necesidad, y no un lujo accesorio.
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