Si no sabes cómo disculparte, tienes ciertos deberes por hacer
Perdonar no es fácil, porque requiere olvidar ciertas ofensas o problemas producidos por los demás. Pero parece ser que resulta mucho más difícil pedir disculpas porque presupone que nos hemos equivocado.
Cuando existe un conflicto es muy fácil saber quién está en la posición de perdonar. Parece que saber hacerlo es una acción sanadora, llena de altruismo, conciliación y buen talante. Quien tiene esa facultad es quien lleva la razón, quien ha sido agraviado y el que ha padecido una ofensa o una reacción desproporcionada. Sin embargo, olvidamos que tan importante es saber perdonar cómo pedir perdón.
Muchos de los conflictos más rutinarios y poco notables a los que nos podemos enfrentar con amigos, familiares y vecinos son situaciones que no han demostrado humildad por una de las partes, en las que no se ha pedido perdón y donde las responsabilidades no se han asumido.
Es muy importante darnos cuenta que en un mundo de adultos las penitencias no son necesarias. Cada cual debe responsabilizarse de los problemas que causa pero, la mayorías de las veces, tan solo es necesario reconocer la falta, ser lo suficientemente maduro como para detenernos, analizar la situación, dar por perdida la batalla y disculparnos.
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Qué significa pedir perdón
Cuando pensamos en el significado de pedir perdón podemos equivocarnos e irnos a una imagen muy tremendista de humillación. Quien pide perdón parece estar fustigándose y propiciando el escarnio. Nada que ver con eso, sino todo lo contrario. Pedir perdón significa empatizar, ponerte en la piel del otro y tratar de entender en qué se le ha podido perjudicar.
Podemos, incluso, cambiar la expresión de pedir perdón por la de expresar cómo te sientes. Decir que lamentas lo ocurrido es una forma más interesante de apreciarlo, porque significa que pones tu sensibilidad en funcionamiento y que lamentas la decepción que puedas haber causado o las consecuencias producidas.
No basta con dar por entendido que lo sientes, porque has dejado de discutir o pelear por tu porción de razón; ni tampoco zanjar el tema en un mensaje de texto breve y poco claro. Pedir perdón o expresar que lo sentimos es una cuestión cicatrizante, muy saludable que debemos hacer de forma integral, clara y asegurándonos de que se entiende bien, que es recibida en plenitud.
Qué no expresar cuando pretendemos disculparnos
Es muy común poner en práctica expresiones como “si te he ofendido, lo siento” o “lo siento, pero…”. Estas ideas son erróneas y no conducen a acabar con la discusión sino tal vez a extenderla y aumentarla, ya que si estamos disculpándonos es porque, en efecto, la persona que tenemos delante se han sentido ofendida. De poco sirve si era nuestra intención o no, es más, en lo más profundo de la posibilidad de la disculpa se puede sobreentender que producir molestia o problemas a otra persona no era nuestra intención y que, por tanto, generalmente cuando lo hacemos no es una cuestión totalmente consciente. Pero lo importante es apreciar que ese hecho se ha dado, porque no hemos calculado bien el impacto de nuestras decisiones o porque hemos obviado totalmente sus dimensiones.
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Usa tu disculpas para aprender sobre ti
Muchas veces tenemos claras las susceptibilidades de los demás, y nos quejamos porque consideramos que son personas que se enfadan con facilidad, que se muestran muy sensibles con cuestiones complejas o fuera de lógica, o apreciamos cómo surgen conflictos a los que no podemos dar solución y que nos salpican con malos rollos y discusiones estériles.
Sin embargo, si dedicáramos más tiempo a analizar nuestro propio comportamiento y la relación que mantenemos con los demás, probablemente nuestras relaciones sociales florecerían de una forma más flexible, porque evitaríamos quebrar la confianza de los demás o vernos inmersos en situaciones que no acabamos de comprender.
Porque, a fin de cuentas, muchas de las discusiones y rencillas que se puedan crear son fruto de malos entendidos, de poco mimo a la hora de depurar nuestras propias responsabilidades y de la facilidad con la que, en ocasiones, tiramos balones fuera para no dedicar tiempo a pensar qué pudimos hacer mal nosotros.
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