Todo en nuestro cuerpo puede ser explicado por la química. Somos lo que comemos, lo que consumimos y lo que nos rodea. Porque hay muchas relaciones hormonales entre nosotros y el mundo en el que vivimos, y esto hace variar nuestro talante, modifica nuestro comportamiento y puede interferir en nuestra sexualidad.
Se ha descubierto que algunos herbicidas, insecticidas y fungicidas podrían estar interfiriendo en cómo nos relacionamos sexualmente, por medio de los llamados disruptores endocrinos, que son unas sustancias que afectan a nuestro sistema hormonal, y no solo al de los humanos, sino también al del resto de seres vivos. En concreto, podrían estar afectando a las hormonas que rigen nuestras funciones sexuales, y otras respuestas orgánicas relacionadas con el crecimiento y el buen desarrollo de nuestro organismo.
Cuando nos referimos a los disruptores endocrinos nos estamos refiriendo a una sustancia contaminante que afecta a nuestras hormonas en general, y en concreto a nuestra sexualidad. Es decir, la contaminación afecta a nuestra secreción de testosterona, estrógenos o xenoestrógenos.
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El problema de los disruptores es que no existen estudios suficientes sobre su impacto
Fue en 1988 cuando estos elementos químicos empezaron a estudiarse con mayor atención. Sin embargo, no se ha logrado profundizar lo suficiente en los efectos que pueden tener en el ser humano y el resto de animales. El mayor problema es que existen miles de sustancias sobre las que no se ha regulado todavía y que podrían desencadenar un impacto irreparable en nuestra sexualidad y reproducción, y sobre las que probablemente solo lograremos conocer sus conecuencias cuando sea demasiado tarde.
El primer científico que trabajó en el estudio de los disruptores endocrinos fue Theo Colborn, y trabajó por encargo de World Wildlife Fund (WWF) analizando la fauna de los Grandes Lagos de Estados Unidos. Allí descubrió que existían 16 especies que demostraron un cambio alarmante en sus dinámicas reproductivas. Los especímenes estaban sanos, pero sus crías presentaban deformidades y tenían graves problemas para poder reproducirse. El problema se achacó a los disruptores endocrinos de las industrias cercanas.
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La legislación empieza a reconocer ciertas sustancias como peligrosas
Existen informes y estudios médicos que que apuntan que los disruptores endocrinos están detrás de la falta de libido, disfunción eréctil y bajos niveles de testosterona. Estos estudios están centrados en hombres que han trabajado en industrias químicas y que, por haber permanecido cerca de disruptores, pueden haber desarrollado infertilidad e impotencia. Sin embargo, también se ha descubierto que los habitantes de zonas cercanas a este tipo de industrias también padecen estos problemas.
Existen más de 500 elementos químicos sintéticos sobre los que ya hay serias sospechas de que ejercen un daño, probablemente irreparable, sobre el ser humano, y por tanto algunos gobiernos empiezan a legislar para limitarlos. Como por ejemplo es el caso del Bisfenol-A (que se encuentra en productos plásticos), la dioxina clorada (que da el color blanco al papel), los ftalatos (plastificadores) y el perclorato (presente en carburantes y productos de pirotecnia).
Sin embargo, el verdadero problema está en la mezcla de varios de estos disruptores. Como apuntan los especialistas, se pueden estudiar algunos por separado, pero en el mundo en el que vimos, cada vez más expuesto a sustancias artificiales, el mayor peligro está en la unión de varios, que puede producir efectos insospechados y difíciles de medir o sobre los que legislar resulta casi imposible.
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