Nuestro cerebro nos gratifica dándonos una sensación de placer cada vez que comemos. Es la forma con la que la evolución supo atraernos hacia la nutrición, impidiendo que nos dejáramos morir de hambre ante el impedimento de conseguir comida por la falta de tiempo y recursos. Gracias a que la comida nos produce placer y su falta dolor, sabemos que debemos comer un mínimo de tres veces al día.
Sin embargo, los hábitos alimentarios han cambiado mucho en los últimos siglos. El placer ocupa una parte importantísima de la razón por la que comemos, pero los alimentos ya no son tan beneficiosos para nuestra salud: muchos son artificiales, tienen aditivos y elementos que no nos ayudan a mantenernos en forma. Y las dietas nos hacen sentir limitados, generan ansiedad y producen un esfuerzo que nos hace luchar a pulso con nuestro apetito.
¿Y si fuera posible comer todo lo que queremos? Tal vez no ceder a dar cancha a malos hábitos puede ser la clave para no renunciar a los placeres que nos deleitan, pero convertir nuestra alimentación en una alquimia beneficiosa.
No tienes por qué terminarte tu ración
Una costumbre muy lógica es la de no dejarte nada en en plato, o beber todo el contenido del recipiente que llevas. A esta forma de actuar se le presupone la responsabilidad de que si tienes un alimento en tu mano, sería feo tirarlo o dejarlo a medias. Sin embargo, es mejor para tu salud escuchar a tu organismo y ser consciente de qué cantidad de alimento o bebida necesitas, y hasta qué punto estás comiendo por obligación.
Pongamos el ejemplo de los tan temidos refrescos. Vienen generalmente en latas de 350 ml, y si bebes una lo más probable es que te la termines. ¿Siempre lo haces por placer? Piensa que tal vez hay alimentos ultraprocesados que no deberías tomar, y que aún haciéndolo, en ocasiones ni siquiera te los terminas porque quieras, sino por no dejarlos a medias.
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Di no a las salsas
Las salsas procesadas tienen entre sus ingredientes estrella al sodio y a la glucosa. Es lo que les da sabor, textura, color y alarga su conservación. Cuando comes alimentos saludables creyendo que solo con un aderezo de salsa estás cumpliendo con tu dieta y añadiendo algo de sabor, lo que realmente estás haciendo es tirar por la borda los beneficios de una dieta equilibrada.
Las salsas no son positivas para tu alimentación, pero puedes sustituirlas por especias y hierbas, que no tienen calorías y que son capaces de añadir ese plus de sabor, aroma y personalidad a tus platos, a la vez que te transportan a nuevas sensaciones, lugares y costumbres. Las especias pueden recrear y potenciar sensaciones de naturaleza, exotismo y resultar, de la misma forma, picantes, cítricas y originales.
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Fuera los fritos
Puedes comer casi cualquier alimento, lo importante es cómo esté preparado. Si estás acostumbrada a freír carnes, pescados o verduras solo podemos animarte a que pruebes a no hacerlo; al probar otras formas de cocinar más saludables (como el vapor, la plancha o el horno) lo más probable es que desde el principio notes otros sabores que desconocías en las mismas materias primas.
Cuando freímos carne, pescado o verduras estamos inyectando un nuevo sabor en estos alimentos, que sustituye en cierta medida al original, lo enmascara y le resta protagonismo. El sabor del aceite puede ser una delicia en su justa medida, y siempre que sea de calidad, pero también es un ladrón de sabor. Prueba a percibir el tono exacto de la carne o el pescado cuando simplemente está cocinado a la plancha, al vapor o al horno. Introduce entonces un leve chorrito crudo de aceite de oliva virgen extra. Tu cerebro descansará, tu peso también, y te harás fan de los sabores auténticos y puros de los alimentos.
'Revisita' las lengumbres
Si hay un alimento del que nos olvidamos de una forma demasiado habitual es de las legumbres. Las asociamos a una comida de infancia, o a la necesidad de comer algo calentito en el más duro invierno. Son imágenes evocadoras que no necesitamos borrar, pero tal vez sí actualizar. Las legumbres son, según la FAO (de la Naciones Unidas) el alimento más completo y poderoso, y olvidarnos de ella es una pena.
Las legumbres son saciantes, buenas para nuestro tránsito intestinal, son muy nutritivas, baratas y apenas perecederas. Puedes tomarlas en verano, en ensaladas frías o tibias, y volver a refugiarte en ellas en invierno, cuando el frío ataca. Pero piensa también en otras combinaciones más imaginativas, desde un hummus de lentejas hasta harinas de legumbres.
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