"Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado", así es como define la Real Academia de La Lengua el término 'culpa' en su acepción psicológica. Sentimiento que todos, en mayor o menor medida, experimentamos a lo largo de nuestra vida, y que tiene mucho que ver con la educación y la moral que hemos absorbido desde niños. La aceptación de los demás nos evita el dolor que sentimos por la culpa, y ésta se convierte en una potente herramienta de manipulación del comportamiento que, siendo adultos, puede que no sepamos manejar correctamente.
Durante la infancia, desarrollamos el fuerte deseo de recibir amor y aceptación por parte de nuestros padres quienes, por otro lado, son los encargados de hacernos diferenciar el bien del mal. Ante una buena acción se responde con aprobación; ante una mala acción la respuesta es la contraria: la desaprobación. De esta manera, desde niños adoptamos esa moral como condicionante de nuestro comportamiento y nos esforzamos por conseguir constantemente el 'abrazo' de nuestros grupos de referencia. Un código que se traslada a la adolescencia y, posteriormente, a la edad adulta, momento en que necesitamos formar nuestra propia moralidad para seguir desarrollándonos a nivel personal.
Culpa y aprobación externa
La familia, los círculos sociales, los prejuicios, los estereotipos o la religión son algunos de los agentes que intervienen en el sentimiento de culpa. No decepcionar se convierte en nuestro objetivo, ya que si decepcionamos aparece el malestar por haber pensado o actuado de una manera determinada. La aprobación externa pasa a ser la llave para evitar ese sentimiento que tanto nos duele y que queremos evitar por todos los medios. La culpa surge porque hay conflicto, y activa de forma automática nuestro yo más infantil.
Autocastigo
La culpa es una emoción muy relacionada con un comportamiento de autocastigo. Al sentirnos mal con nosotros mismos por la falta de aceptación, tendemos a machacarnos con un diálogo interno hiriente y peligroso. De niños aprendemos que la única manera de pasar de la desaprobación a la aprobación es sentirnos culpables y modificar el comportamiento para adaptarlo a lo que los elementos externos (padres, maestros…) consideran como correcto. Así, cuando siendo adultos nos encontramos en situaciones parecidas, podemos caer en conductas autocastigadoras en las que, ante la falta de reprimenda externa, nos convertimos en nuestros jueces más implacables, nos enfadamos y echamos la bronca a nosotros mismos, con todas las consecuencias que eso conlleva para nuestra autoestima.
Cómo superar la culpa
Para trabajar la culpa es imprescindible ordenar nuestro propio código moral, con el fin de dejar de guiarnos por patrones de conducta establecidos de forma externa. Defender lo que creemos y reconocer nuestros deseos. La asertividad, la capacidad de decir 'no' o dejar atrás creencias limitantes son algunos de los puntos donde debemos poner la atención si queremos superar el sentimiento de culpa con éxito. No dudes en dejarte guiar por un psicólogo, quien podrá ayudarte con los puntos clave para superar la culpa:
- Identificar tus propios sentimientos, tus creencias, y expresarlas
- Darte cuenta de cuáles son tus propios objetivos y tus necesidades
- Ser amable contigo mismo y tratarte bien porque lo mereces
- Hacerte cargo de tus acciones y actuar en respuesta, de manera adaptativa
- Convertir la culpa en responsabilidad
- Ser flexible y tolerante ante los errores cometidos, son claves para el aprendizaje