Beber agua es fantástico, pero vigila tus límites
El agua es uno de los bienes más preciados del planeta, y desde nuestra infancia se nos enseña que hidratarnos es una de las mejores cosas que podemos hacer para preservar nuestra salud.
Sin embargo, existen ciertos tópicos al respecto, que se relacionan con hechos científicos no contrastados. Es cierto cuerpo humano está formado hasta por un 70% de agua, y que por esa misma razón hidratarnos es necesario. Pero no existe una razón directa entre que nuestra composición sea agua y que necesitemos grandes cantidades para seguir sanos.
De hecho, es un tópico no demasiado exacto que el cuerpo humano está formado por un 70% de agua. Esta no es una cantidad exacta, sino el máximo que puede tener un ser humano, cuando el mínimo sería un 50%. El porcentaje concreto depende de cada persona y tiene que ver con la edad, el sexo y el índice de masa muscular. A fin de cuentas, no es ningún hecho sorprendente que todos los seres vivos están formados por un alto porcentaje de líquidos, no solo el ser humano, sino también el resto de los mamíferos, aves e incluso los reptiles.
¿De dónde viene la creencia de que debemos beber 2 litros diarios?
La idea de que para mantener la salud hay que hidratarse ingiriendo 2 litros diarios es una consigna muy popularizada, pero sin una base científica. Este consejo suele referirse a que debemos beber 2 litros de agua, pero sin tener en cuenta el contenido líquido de otros alimentos que consumimos, por lo que acaba siendo una medida inexacta.
Ningún estudio científico parece refutar esa idea, y los especialistas coinciden en apuntar que fue en el año 1945 cuando surgió la idea de los 2 litros diarios, cuando el Consejo Nacional de Investigación de los EE.UU. hizo un llamamiento de salud pública recomendando beber 1 mililitro por cada caloría. Y teniendo en cuenta que un adulto debe ingerir entre 1.800 y 2.100 kilocalorías al día, la traslación de los 2.000 mililitros diarios parecía evidente.
Sin embargo, de forma general se desaconseja que nos obliguemos a beber agua porque sí en la llamada regla de los 8 vasos de agua, pensada para espaciar las tomas.
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¿Es perjudicial beber mucha agua?
Aunque beber 2 litros de agua al día no puede hacernos daño, porque no es una cantidad desmesurada, sí es cierto que existen límites marcados en nuestro organismo que pueden hacer que una ingesta indiscriminada de agua produzca un efecto muy perjudicial para nuestra salud.
El organismo busca continuamente el equilibro de sus nutrientes, y cuando sobrepasamos una cantidad de agua extrema podemos producir una inflamación del cerebro, el corazón o los pulmones, pues cuando el organismo trata sin éxito de equilibrar sus niveles de sodio en relación a los líquidos ingeridos puede acabar derivando esos líquidos a los órganos. Cuando el organismo se satura de agua, como si tuviéramos una ingesta desmesurada de sal o azúcar, se produce un bloqueo masivo del organismo que puede culminar en un fallo cardiaco
El caso de los atletas fallecidos por sobrehidratación es el más evidente de que no siempre hay que hidratarse (más), sino escuchar las necesidades de nuestro cuerpo. Se estima que más de 15 atletas de alta competición han fallecido en la última década por beber demasiada agua durante sus entrenamientos o competiciones.
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Escucha a tu organismo
Sabemos que el cuerpo humano es una máquina prodigiosa. Y, sin embargo, parece haber un saber popular que desconfía de la sed. Los expertos coinciden en apuntar que el mejor indicador para conocer cuál es nuestra necesidad de agua es escuchar a nuestro cuerpo y beber cuando tengamos sed.
De la misma forma que dormimos cuando tenemos sueño o comemos cuando tenemos hambre, la sed es un complejo mecanismo que ejerce nuestro organismo para informarnos a nivel consciente de que debemos poner solución a una carencia de líquidos. Aunque este mecanismo puede fallar, o podríamos no estar ingiriendo todo el agua que necesitamos, los expertos también coinciden en que portar agua para beberla por obligación todos los días no es una solución ajustada a nuestras necesidades y, por tanto, puede ir en contra de nuestra salud.
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