Sentir ansiedad cuando conoces a gente nueva es más común de lo que crees

La timidez puede convertirse en un problema enorme cuando esta es desmesurada e indiscriminada, y constituye un trastorno social que limita totalmente nuestras relaciones con otras personas y aniquila nuestra autoestima encerrándonos en nosotros mismos.

por Cristina Soria

Hay teorías que dicen que somos varias personas distintas, o que mantenemos varias formas de ser en función de quien tenemos delante. Como si fuéramos un camaleón, cambiamos de apariencia cuando nos sentimos a gusto con personas de nuestra confianza y nos convertimos en otra persona cuando quien tenemos delante es un completo desconocido. Si las expectativas son altas, y tememos ser juzgados o creemos que no damos la talla, nos comportaremos de una forma diferente a cuando no experimentamos ninguna presión social.

Sin embargo, por dentro siempre somos la misma persona. Esta cuestión de “camuflaje” realmente solo trastoca nuestra manera de enfrentarnos a las situaciones en función de quien tenemos delante, y la manera con la que nos mostramos al exterior. Sin embargo, existen trastornos de ansiedad referidos a estos episodios sociales, que pueden llegar a convertirse en un problema muy serio.

Aun para las personas más sociables y extrovertidas, cada vez que conocemos a una persona nueva sentimos que nos estamos examinando: nos vemos en el deber de demostrar nuestra valía, reafirmar que somos interesantes, inteligentes, atractivos o valiosos. Nadie conoce a personas nuevas y se muestra adrede la peor versión de sí, la de alguien sin contenido ni personalidad. Al contrario, el objetivo siempre es poner nuestro listón lo más alto posible.

Esta no es una cuestión de ego o de demostración de autoestima, o no sólo es eso, sino que se trata de un valor de supervivencia. Cuando generamos nuevos lazos sociales con otras personas estamos abriendo una ventana a la supervivencia, o así se entiende de forma primaria y biológica: quien nos conceda valor nos dará su apoyo, y quien nos vea como alguien prescindible nos tachará de su listm. Ese es el significado más descarnado y “evolutivo” de conocer gente.

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Por eso, y a nivel subconsciente e involuntario, cuando conocemos a alguien nuevo confluye en ese acto social todo lo que somos y todo lo que queremos ser. Nos vemos a nosotros mismos frente al espejo y sopesamos ¿somos lo suficientemente valiosos? ¿seremos capaz de expresarlo?

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Fobia social, más allá de la timidez

El trastorno de ansiedad social (TAS) es una fobia social que ocurre más de lo que creemos, y que en mayor o menor medida está presente en la vida de cualquiera en algún momento de su vida. Sea en la adolescencia o en una etapa más adulta. El temor principal que auspicia este trastorno es a ser el causante de una situación embarazosa. Dicho coloquialmente: tenemos que se rían de nosotros, que nos malinterpreten de tal forma que demos risa, pena o lástima.

Según los expertos, los trastornos relacionados con la fobia social, y en concreto el TAS, suponen más de un 28% de los casos vistos en consultas clínicas. Es decir, que el temor social, en cualquiera de sus variedades, es el motivo principal por el que decidimos acudir al psicólogo y psiquiatra en las sociedades industrializadas.

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Síntomas y condicionantes

Ni que decir tiene que en el 99,9% de los casos de esta percepción está deformada por la persona que padece el trastorno, y que esta situación no tiene por qué atender a razones reales. De hecho, este temor se presenta ante cualquier persona, de cualquier condición.

Los síntomas del TAS (trastorno de ansiedad social) son los clásicos que podríamos entender como de una persona extremadamente tímida, pues a fin de cuenta este trastorno se ocupa de ellos. El rubor en la cara, la sudoración excesiva, las palpitaciones, los temblores, el tartamudeo y las náuseas.

Las situaciones que nos ponen a prueba en el TAS son todas aquellas en las que nos podemos convertir en el centro de atención, aunque sólo sea de una persona y durante un espacio temporal minúsculo. Tememos ser juzgados y acabar humillados, que los demás perciban nuestra intranquilidad y arrastrar una mala experiencia que haga aún más difícil las posteriores.

Por este motivo, los métodos de tratamiento de este trastorno son conductistas, es decir, no se basan necesariamente en una medicación, sino que proponen el refuerzo positivo de situaciones controladas que vamos mejorando poco a poco, generando seguridad y adiestrando nuestra conducta con la repetición y el éxito contínuo. No es un proceso fácil ni rápido, pero como toda fobia tiene solución.

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