Probablemente, en más de una ocasión hayas dejado de hacer algo que te apetecía mucho porque te haya dado vergüenza. Hablar en público, ponerte una determinada prenda o salir a bailar en una fiesta son situaciones cotidianas que pueden llegar a generar una gran angustia a muchas personas que, movidas por el bajo concepto que tienen de sí mismas se ven paralizadas ante el miedo al qué dirán. La vergüenza es justo lo opuesto a la valoración y la aceptación propias, es decir, a la autoestima. Se trata una emoción negativa que nos habla de aquellos aspectos de nuestra vida de los que no nos sentimos orgullosos. Aparece cuando hemos hecho algo que creemos incorrecto, aunque no es nuestra propia valoración la que nos preocupa, sino la de los demás. El temor a hacer el ridículo en público se apodera de nosotros haciendo que nos sintamos inferiores y muy, muy pequeños ante el resto.
La vergüenza está directamente relacionada con la imagen interior que tenemos sobre nosotros mismos y, por tanto, es muy subjetiva y arbitraria. Debemos tener presente que, al contrario que la alegría o la tristeza, no es una emoción natural, sino adquirida durante el proceso de educación y socialización cuando somos pequeños. Nace como consecuencia de los juicios, comparaciones y humillaciones a las que nos hemos podido ver expuestos durante nuestro desarrollo y, como resultado, perdemos confianza en nosotros mismos provocando depresión, aislamiento, dudas e inferioridad. Incluso, en casos extremos, si se siente vergüenza con mucha facilidad se puede llegar a desarrollar una fobia social y el rechazo a las personas.
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Qué hacer para superar la vergüenza
Ante estos casos conviene actuar cuanto antes. La vergüenza es un sentimiento limitante que puede apartarnos de cosas muy positivas y que nos causen un gran placer o bienestar, por lo que debemos reconducir esta conducta por nuestro propio bien.
Lo primero y más importante es aprender a reforzar nuestra autoestima. Cómo valoremos nuestros propios actos o nuestra imagen es la clave de todo, ya que los juicios y pensamientos ajenos es algo que es escapa a nuestro propio control y ante lo que no podemos hacer nada, por lo que no debemos desperdiciar energía en pesar demasiado en ello. Romper el círculo vicioso existente entre la vergüenza y la autoestima no es un trabajo sencillo, pero merece la pena intentarlo. Para ello debemos seguir tres pasos:
- Aceptación. No te avergüences de sentir vergüenza. No la ignores ni la niegues. Identificar esta emoción, convivir con ella y atenderla es el primer paso para dejar que se vaya
- Evaluación. Analiza la situación y trata de entender qué es lo que consigues con ella. Darte cuenta de qué manera te limita y cómo te impide ser feliz te dará la fuerza necesaria para querer alejarte de ella
- Actuación. No te quedes parado y sucumbas al miedo. Hacer aquello que te da vergüenza hará que le pierdas respeto y se debilite poco a poco. En este aspecto, el sentido del humor es una gran herramienta. Si te equivocas al hablar en público, haz una broma y ríete de ello; te ayudará a relativizar el problema y quitarle importancia al asunto.