Si te preocupa el cambio climático, tal vez no deberías viajar en avión
Los países donde la conciencia ecológica es mayor, como Suecia, están empezando a revertir el uso del avión y a optar por otras opciones menos dañinas con el medio ambiente o, simplemente, a limitar los viajes que se realizan.
La huella de carbono del transporte en avión es mayúscula, y se considera una de las acciones individuales de las que tenemos el control para ejercer o controlar que más emisiones de carbono expulsan al medio ambiente. Por cada hora de vuelo se expulsa a la atmósfera alrededor de 435 kilos de dióxido de carbono.
El asunto es sencillo de entender, pero implica un cambio de mentalidad muy importante. No es tanto una cuestión de pensar que estamos limitando nuestra libertad para viajar, sino de entender que el planeta no lo resiste. Que para poder seguir teniendo futuro es preciso actuar con inteligencia colectiva y, de forma general, reducir el impacto que el ser humano tiene sobre el medio ambiente.
Por tanto, los especialistas y los estudios están de acuerdo en que es el momento de decidir si queremos que exista el planeta, tal y como lo conocemos, para los próximos 50 o 100 años, o si, por el contrario, nos compensa llegar a ese punto de no retorno a cambio de seguir manteniendo este ritmo de vida y de suma de huella de carbono. A un lado de la balanza está el placer del corto plazo y al otro la herencia que le dejaremos a nuestros hijos y nietos en un futuro muy cercano.
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Greta Thunberg no viaja en avión
La jovencísima activista sueca, Greta Thunberg, se ha negado a viajar más allá de donde alcanzan los medios de locomoción por tierra o mar. No volará en avión dado que entiende que la huella de carbono que dejará su viaje es inasumible y contrasta con el mensaje que pretende dar.
De la misma manera, activistas como el holandés Rutger Bergman han criticado que los propios mandatarios acudan a las cumbres sobre el cambio climático utilizado jets privados, que son las aeronaves que más consumen.
Como en el uso del autobús en vez de los coches, también el transporte por aire tiene esa traslación de ahorro energético y de limitación de la huella de carbono cuando se trata de grandes aeronaves que albergan a más pasajeros en relación con las más pequeñas para un grupo muy reducido. Por esta razón, la huella de carbono es menor en los viajes transoceánicos que en los domésticos, porque son vuelos con más pasajeros que, además, tienen sistemas de ahorro de consumo para alargar el combustible a lo largo del océano y que, por tanto, son algo menos perjudiciales.
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Sin embargo, la única forma de evitar este impacto medioambiental es buscar otras alternativas, limitar los viajes o, simplemente, planificar actividades de ocio enmarcadas en otros lugares que no precisen de viajes en avión.
De esta forma, en países muy concienciados como en Suecia, aunque el pronóstico histórico para el 2019 hacía pensar un ascenso del uso de vuelos comerciales de un 5%, el resultado ha sido inverso, los suecos han viajado un 4% menos en avión, por lo que se ha generado una diferencia de 9 puntos entre el pronóstico y la realidad, a favor en este caso de la ecología y contra el cambio climático.
Según fuentes oficiales de SAS, las aerolíneas suecas, consideran que sin duda este retroceso del uso del transporte aéreo está relacionado con los antivuelos, como se ha denominado a las personas que consideran que la lucha contra la huella de carbono está por encima de los viajes recreativos y de las necesidades de ocio que podamos codiciar. El futuro, una vez más, parece estar en nuestras decisiones.
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