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Aunque los principales gobiernos y organismos internacionales dan la máxima credibilidad a todos los indicadores que demuestran que el planeta está ante un cambio climático que puede desencadenar una serie de consecuencias terribles sobre el futuro de la humanidad, aun existen personas que niegan estas evidencias y que en una conversación son capaces de enrocarse a justificar que nada es tan grave como parece y que la mejor opción es no hacer nada.
Sin embargo, los indicadores llevan 50 años sobre la mesa, alertando acerca de un cambio en la temperatura del planeta que podría acabar con la vida tal y como la conocemos. Fue en los años 60 cuando los científicos comenzaron a detectar este calentamiento de la atmósfera y a achacarlo a los altos niveles de CO2 que empezaban a detectarse a raíz de la contaminación y del uso de aerosoles.
La razón por la que los científicos empezaron a preocuparse, hace ya medio siglo, es que había indicadores del planeta que se habían mantenido inalterados durante millones de años, y que ahora, en cuestión de décadas, empezaban a cambiar de forma radical. El crecimiento de la contaminación y el impacto en los recursos naturales del planeta ya preocupó a los científicos de los años 60, que predijeron que si no se ponía solución, en el año 2000 la contaminación habría crecido un 25%, y sus efectos serían irreversibles. Y todo apunta a que acertaron en su pronóstico.
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El cambio climático no afecta igual a todo el planeta
Hay países que se verán más afectados que otros por las consecuencias del cambio climático. España es uno de los que más, por su situación y climatología. Hasta hace poco hemos podido decir que gozábamos de un país donde hay un gran contraste entre la flora, fauna y temperatura del norte y del sur. Aun siendo España un país pequeño, podemos encontrar bosques frondosos y desiertos desoladores. Pero a raíz del cambio climático es probable que nuestro clima se unifique, y tengamos cada vez menos bosque y más desierto.
La desertización de España crece a un ritmo preocupante. Aunque la media global dice que cada década se eleva 0,2ºC la temperatura del planeta, lo cierto es que en el caso concreto de España esta medición es algo superior. Mientras que el dato global dice que se ha elevado 1ºC la temperatura desde que se comenzaron a realizar mediciones en el año 1880, localidades españolas como Murcia elevan ese dato hasta los 2ºC, y se prevé que para el año 2095 pudiera llegar a subir hasta 6,4ºC, lo que podría hacer la vida muy difícil para los vecinos de esta provincia.
Esta es una cuestión que tiene que ver con la temperatura de base que tienen los climas de cada zona geográfica. Dado que el planeta se calienta, eso afecta de forma más contundente a los lugares que ya de por sí son calurosos, llevando al extremo la inhabitabilidad en un futuro.
España afrontará así una crisis que en el año 2100 sería del todo irreversible y que acabará con este clima de contraste que conocemos. 7 de las 10 cuencas hidrográficas con mayores índices de sequía de toda Europa están en España, y en el año 2050 su estrés hídrico podrían acabar definitivamente con ellas.
Además, nuestro país siempre ha sufrido el fuego en verano, lo que fomenta su desertización y el impacto climático por la desaparición de los bosques. Pero esto no es un fenómeno cíclico o que podamos normalizar, pues los datos son claros: en los últimos 3 años la superficie quemada es el triple de lo que se quemaban hace una década.
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El cambio climático no es un proceso natural
Hay quien trata de explicar que todo lo que ocurra será una consecuencia natural del planeta, y que todo acaba regulándose. Sin embargo, esta es una apreciación falsa y es la razón por la que cada vez hay más especialistas en clima que se niegan a llamar a esta situación “cambio” y que piden que se denomine “crisis”. Según los estudios, la crisis climática llegará a un punto de no retorno en 2050, y en 2100 empezará a hacer este planeta inhabitable.
Para quienes no lo creen y consideran que siempre ha habido años calurosos y otros que no lo son, podemos aportar un dato muy sencillo: como hemos dicho antes, el año en el que se empezó a tomar nota de la temperatura del planeta fue 1880. Si atendemos a sus datos, los años más calurosos de toda la serie histórica son 2011, 2015 y 2017.
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