Si hay una palabra que define bien lo que busca nuestro organismo es “equilibrio”. Todo lo que necesitas para mantener una alimentación saludable y una vida plena, desde un punto de vista físico, es encontrar el equilibrio entre las necesidades de tu organismo y tus deseos.
La comida es un incentivo de placer, estamos diseñados para disfrutar comiendo porque, de lo contrario, puede que no comiéramos nada, y esto daría al traste con la raza humana. Comer no solo es necesario, sino que estamos programados para hacerlo siempre que podamos, de la misma forma que nuestras mascotas o los animales salvajes. Aunque también hay mecanismos de saciedad que nos avisan de que nos estamos pasando.
Sin embargo, el libre albedrío alimenticio tiene manga ancha. Estamos programados para comer mucho más de lo necesario, y es en esa clave en la que debemos ser conscientes de que el equilibrio es una virtud que nos hará más sanos, longevos y felices. Pero, como toda virtud, adquirirla cuesta, y mucho.
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Vamos a acabar con el mito de que dejar de comer es una opción
Como todo sistema que busca el equilibrio, tu cuerpo está contínuamente compensando los desmanes que cometes, lo hagas intencionada o accidentalmente. Ni toda la tecnología del mundo lograría aún superar la complejidad y eficiencia del cuerpo humano, que es capaz de acumular provisiones cuando detecta que podrías estar pasando una época de escasez. Pero claro, eso no es así.
Lo que tu cuerpo espera siempre que te privas de comer es que fuera de sus dominios, en el exterior, las cosas se están poniendo muy mal. Es decir, mientras lo que tu pretendes es adelgazar y por eso podrías decidir dejar de comer (que te decimos desde ya que es mala idea), lo que tu cuerpo cree es que no has conseguido cazar lo suficiente, que hay escasez de árboles frutales o animales de caza, y que debe realizar un plan de contención para que no te mueras de hambre.
Si entendemos que tu cerebro, respecto a la alimentación, no funciona como un experto en wellness, sino como un estratega de posguerra, estaremos encontrando la clave de por qué dejar de comer porque ayer te pasaste, no sirve de nada y es contraproducente.
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¿Qué decide hacer nuestro cerebro cuando cree que vives en el desierto?
Cuando dejas de comer para compensar una comida copiosa, envías al cerebro el mensaje de que estás en apuros, que andas vagando por el desierto y que probablemente no encuentres comida ni hoy ni mañana. Esto provoca un desequilibrio de los que no le gustan nada a tu organismo, y en respuesta se bunkeriza y pide que, en adelante, todos los lo nutrientes que ingieras se absorban al máximo y se almacenen. Sí, también los azúcares y las grasas.
Además, tu cerebro saca la parte más estratégica de su intelecto y pide que ahorres energía. Si en una situación normal y equilibrada podrías perder una cantidad de calorías con cierto ejercicio rutinario (digamos, subir escaleras), ahora este proceso de pérdida de peso se minimizará, porque el cerebro ha enviado la orden de que no se gaste más calorías de las imprescindibles. Por eso, aunque comas, después te sentirás más cansada de lo normal, porque ese es el mensaje que envía tu cerebro: no te agotes, estamos en guerra.
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