Razones mentales y físicas por las que practicar ejercicio puede hacer que tu vida sea mejor

Hacer ejercicio tiene consecuencias maravillosas en el ánimo, entre otras cosas porque tu cuerpo se pone a punto para seguirte a donde tú quieras ir.

por Cristina Soria

Si eres de las que prefiere perder el autobús antes de hiperventilar por tratar de correr hasta la parada, probablemente existen multitud de situaciones en tu día a día que podrías realizar con un mayor sensación de bienestar, y que esquivas por no estar en forma. Cuando hacemos ejercicio somos más libres, porque abrimos la puerta a correr, saltar y esforzarnos sin que sintamos cómo desfallecemos en cada gesto físico que hacemos.

Tu sensación de bienestar te hará afrontar nuevos retos

Nada imprime más ganas de comerte el mundo que sentir cómo tu cuerpo te acompaña. Los estados físicos sedentarios suponen un círculo vicioso, porque si no te sientes en forma es probable que rechaces actividades que te supongan un esfuerzo. Cuando te ejercitas estás dando ese paso para traspasar la barrera del sedentarismo, y consigues sentirte más ligera, a la vez que vas cogiendo más fortaleza, resistencia y flexibilidad.

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Tu cerebro se siente estimulado

Cuando movemos el cuerpo también estamos moviendo las ideas. Una forma de facilitar un estado mental dinámico y abierto a nuevas formas de enfocar los retos pasa por romper con el inmovilismo y realizar actividades físicas que te hagan esforzarte, ejercitarte y demostrar de lo que eres capaz. Es en esos momentos, en pleno entrenamiento, cuando las ideas pueden fluir en tu mente de una forma especial, puedes encontrar soluciones a problemas que, sentada en una silla, tal vez no encuentras. Puedes asociar ideas y hacerte preguntas que en una rutina sedentaria jamás te plantearías.

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Vuelves a tener un montón de ropa que no te podías poner

Cuando empiezas a hacer ejercicio de manera regular, descubres cómo ropa que dejaste de ponerte porque te quedaba pequeña, o que no te sentaba demasiado bien porque era ajustada, ahora te empieza a volver a quedarte como un guante. Esto es como heredar un fondo de armario, elegido por ti y acumulado por cariño. 

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Quien hace ejercicio acaba llevando una vida más saludable

Puede que empieces a realizar ejercicio físico para poder permitirte todas las licencias que quieras con la comida. Eso, a priori, no es una buena idea, porque que quemes calorías no implica que debas reponerlas para quedarte igual. Sin embargo, es común que una persona que empieza a hacer ejercicio y a cotejar que el esfuerzo que realiza tiene un resultado en su sentimiento de bienestar, decida voluntariamente iniciar una alimentación más saludable para sacar más partido a esa sensación positiva y saludable que comienza a tener. 

Conoces a gentes y descubres otros grupos

Las personas con las que coincides en el gimnasio, o con las que puedes compartir tus actividades físicas, probablemente procedan de mundos muy distintos. El deporte une a las personas que, si no fuera por el entrenamiento, probablemente no se conocerían. No estáis obligados a conversar ni a entablar una conversación de primeras, pero cuando lleváis varios meses trabajando juntos, esforzándonos y compartiendo miradas de complicidad ante las dificultades y los retos, es muy probable que surja una amistad o una forma de compartir el tiempo que no se parecerá a ningún otro grupo de personas con el que te relacionas.

No te cansas como antes

Al hacer ejercicio dejas de agotarte por pequeños gestos físicos, como subir las escaleras, correr porque pierdes el autobús o hacer pequeños arreglos en casa. Cuando descubres que dejas de evitar realizar trabajos físicos en tu día a día, porque dejan de suponerte un esfuerzo extra y ya no acabas con la lengua fuera cada vez que tienes que correr, aumenta tu autoestima, te sientes más libre, más fuerte y descubres que puedes sacarle más partido a tu día a día.

Cuanto más deporte practicas, más quieres practicar

El ejercicio físico tiene un aspecto adictivo que resulta muy provechoso. Cuando no lo haces, sientes que por nada del mundo te vas a ir tú a un gimnasio a ponerte en forma, pero cuando das ese paso es como si abrieras la caja de Pandora. Los días en los que no puedes ir al gimnasio tu cuerpo te lo demanda, sientes que necesitas esforzarte más, no faltar y subir la dosis. Y cada vez te sientes mejor.

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