Los modelos de empresa evolucionan con el paso del tiempo, al igual que lo hacen sus modos de comunicarse con sus clientes y potenciales, la relación con sus empleados, sus compromisos de responsabilidad social corporativa o la manera de dirigir sus equipos. De este modo, la digitalización, la búsqueda de prescriptores o conseguir ofrecer un contenido que conecte con los intereses de su público se han convertido en grandes focos de acción de la empresa del siglo XXI. Empresas que han visto como las recesiones económicas han dañado sus 'sólidas' estructuras y han tenido que sobreponerse con innovación e ingenio a duros periodos. Sobrevivir les ha hecho más fuertes y dirigir esa supervivencia se ha convertido en clave del nuevo liderazgo.
Resiliente, así es este nuevo modelo de líder, una persona capaz de enfrentarse a las adversidades y superarlas, sacando partido a los momentos difíciles y consiguiendo transformar la energía del equipo en impulso. Ya vimos como la resiliencia era una de las competencias más valoradas actualmente en los procesos de selección de personal, según un estudio llevado a cabo por Evaluar.com, solo por detrás de la inteligencia emocional, el autocontrol y el trabajo bajo presión. Esto evidencia que las capacidades emocionales son tan relevantes como las ejecutivas.
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Modelos tradicionales de liderazgo
El carisma, la credibilidad, experiencia, la capacidad de organización o las habilidades comunicativas son algunas de las características que tradicionalmente se han atribuido a un buen líder. En la clasificación clásica se hablaba de líderes autocráticos (alto grado de control y decisiones unilaterales), paternalistas (protector y conciliador), liberales (pasivo y sin coordinación) o democráticos (compartido, motivador). De todos, este último estilo es el más aplaudido, pues favorece que todos los miembros del equipo estén implicados a la vez que potencia el desarrollo individual y personal.
La resiliencia entra con fuerza
La resolución de problemas, la toma de decisiones o la capacidad de mediación en la resolución de conflictos son dos características más que se suman a las anteriores y sirven para medir la eficacia de un buen líder. En este punto, las habilidades que este tenga en materia de resiliencia son determinantes. Un estilo de mando democrático y participativo que además sepa cómo afrontar las adversidades y salir reforzado, imprimiendo a su equipo un espíritu de adaptación, es un gran valor para la empresa de nuestro tiempo.
Nos movemos en un entorno en constante cambio y tener habilidad para "prevenir, minimizar o superar los efectos perjudiciales de la adversidad", tal y como se define resiliencia en el The International Resilience Project, es de gran importancia. Un líder resiliente es capaz de mantener la calma y la concentración en momentos de crisis, maneja el estrés de forma adecuada y consigue la conexión a través de la empatía y la asertividad. Además, su actitud es abierta al cambio, a las mejoras y a la fijación constante de nuevos retos, por lo que se trata de un estilo muy dinámico, según se recoge en el informe de Resilience Delivers: How and Why, de The Resilience Institute. Bienvenido el jefe del futuro. Y del presente.