Muchas cualidades de nuestra psicología no tienen una valoración inequívocamente positiva o negativa, y están sujetas al tipo de situaciones en las que se hacen presentes o la intensidad con las que las vivimos. Sin embargo, otras, son inequívocamente negativas, como la envidia. De hecho, se considera uno de los siete pecados capitales según la moral cristiana.
En ocasiones, ni siquiera son cuestiones positivas las que hace que las personas envidiosas generen la necesidad de competir por ver quién es más en algo. Por ejemplo, en la mala suerte, o los problemas. Seguro que eres consciente de conversaciones en las que alguien cuenta algo negativo de su vida, y alguien dice: “pues yo estoy peor”. Este esquema mental no solo suelen seguirlo algunas personas cuando lo que se describe es negativo, sino que les sirve para cualquier cuestión que se ponga sobre la mesa. Parece que dijeran: de todo lo que se diga, yo más.
Esta actitud es contraproducente en todos los sentidos posibles. El primero y más importante, porque no logra generar empatía en los demás, pues es muy evidente que las conversaciones se revientan a fuerza de participar adulterando la percepción de las propias vivencias del sujeto egoísta, en relación con la de los demás. Si ante cualquier conversación lo que se pone sobre la mesa es una competición, se acaban dañando las reglas del juego de las relaciones sociales, y es probable que las personas que ejercen esta envidia contínua se vean frecuentemente en cierta soledad. Y esto constituye, a su vez, un círculo vicioso.
La soledad produce más envidia y ganas acumuladas de poner en común su vida frente a los demás. Demostrar cierta venganza diciendo que todo le va mejor, para que se aguanten, o demostrando una personalidad pasivo-agresiva dando a entender cuando es posible que todo le va excepcionalmente mal, para llamar la atención y, a la primera de cambio, hacer bandera de sus virtudes, potenciadas por la envidia y la necesidad de sobresalir.
Leer: ¿Cual es tu puntuación en la escala de la autoestima Rosenberg?
Baja autoestima y empatía por los suelos
Quien mantiene un grado alto de envidia demuestra una muy baja autoestima. Esto está asociado a la necesidad continua de compararse con los demás y de obtener una gratificación instantánea para sentir que su valía no está en decadencia.
Pero, el propio hecho de las personas con alta envidia se estén cuestionando a sí mismas y necesiten compararse con los demás es una forma de reconocer que sus méritos y valías están por debajo de lo que desearían, y que por tanto necesitan evaluar los de los demás para buscar un consuelo y autoconvencerse de que lo que ellos experimentan es mejor.
De esta forma, la personas con un nivel alto de envidia desarrollan una forma muy primaria de burlarse de los éxitos y de las posesiones de los demás. La envidia continua hace que no existan límites para descalificar a los demás y hacerles “morder el polvo”. Humillar los éxitos de los otros, desmerecerlos y burlarse de ellos es una herramienta de cambio muy popular para quienes sienten envidia por todo.
Incluso cuando quienes les rodean no tienen nada que pueda envidiarse, los envidiosos reaccionan con esta actitud casi como un dispositivo cautelar, que acaba trastocando todas sus relaciones sociales, porque no permiten que nadie quede sin su ración análisis y burla.
Es más, quienes están por debajo del envidioso son una buena herramienta para subrayar que ellos son más y, por comparación, sirven perfectamente como acicate emocional, para coger fuerzas y ánimos y sentirse más valorado.
Leer: Aprender a hacer las paces: así crece tu empatía
Además, los envidiosos no saben disfrutar de las relaciones sociales por lo que son, sin analizar el coste y el beneficio que pueden darles. Cuando tú ves una amistad, ellos están radiografiando cómo manipular el núcleo de los amigos para convencerles de quien está por encima y quién por debajo, y conseguir así beneficios, tanto tangibles como emocionales.
El envidioso siente rivalidad con los demás y la necesidad constante de defenderse atacando. Los envidiosos por naturaleza no pueden permanecer impasibles mientras alguien airea su felicidad o disfruta de sus éxitos. Suelen echar mano de anécdotas pasadas, con personajes relevantes o en situaciones importantes, y acuñan como una muletilla las historias que les hacen especiales y las ponen en marcha cada vez que alguien parece prosperar o tiene algo bueno que contar.
Como ves, la envidia no dice nada bueno de nosotros ni nos facilita la vida, así que si crees que puede ser tu caso tal vez sea el momento de tomar cartas en el asunto. Empieza plantándole cara a los problemas de autoestima para ganar seguridad, y poco a poco dejarás de sentir la necesidad de compararte constantemente con los demás.
Leer: Este método te ayudará a tomar decisiones difíciles