Ha llegado el momento en el que por fin has decidido ponerte en forma y has comenzado a ir al gimnasio. Seguramente, mejorar tu estado de salud estaba entre los motivos que te han llevado a hacer deporte, aunque, hay que reconocerlo, perder peso sigue siendo la razón principal que nos mueve a la hora de hacer ejercicio físico.
Supuestamente, si seguimos una alimentación saludable y hacemos deporte con la suficiente regularidad, lo esperable es que comencemos a perder esos kilos de más de manera progresiva. Para comprobar que nuestros esfuerzos están mereciendo la pena, tomamos a la báscula como guía y referencia para hacer un seguimiento de nuestros progresos. Pero a veces ocurre que, justo cuando pensamos llevarnos una alegría al pesarnos por la mañana porque hemos sido muy constantes en nuestras visitas al gimnasio, nos encontramos con que la báscula, de manera inexplicable, ha subido.
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Si entrenas con pesas, es normal que ocurra
En realidad, es normal que ocurra con casi cualquier entrenamiento que te ayude a desarrollar la musculatura, especialmente si previamente habías llevado una vida sedentaria y tu cuerpo acumulaba exceso de grasa.
La masa muscular de una persona sedentaria es menor que la de alguien que realiza ejercicio de manera habitual y, además, es pobre en glucógeno, las cadenas de glucosa de los músculos. La contracción muscular que se produce al entrenar con una resistencia o con sobrecarga hace que la glucosa en los músculos aumente. Esta glucosa no es otra que la que, antes de hacer deporte, se acumulaba en forma de grasa visible en otras zonas del cuerpo, como el abdomen o las caderas.
La práctica de ejercicio hace que la glucosa aumente y que se dirija a nuestros músculos para aumentar su masa y las reservas de energía. Este aumento de masa supone, de manera inevitable, un aumento de peso que nos desconcierte al enfrentarnos a la báscula. Pero esto no quiere decir que nuestro esfuerzo esté siendo, ni mucho menos, en vano.
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Lo que dice la báscula no siempre es tan importante
Es normal que tomemos la báscula como referencia principal para saber si estamos en el buen camino, pero no siempre nos devuelve la realidad de nuestros progresos. Y no solo por el aumento de masa muscular, ya que en el peso influyen otros factores como la hora del día en la que te peses, la retención de líquidos previa a la menstruación, dificultades en el tránsito intestinal, etc. Por eso hay otras formas de comprobar que nuestros esfuerzos merecen la pena.
En primer lugar, no debemos olvidar que hacer ejercicio es vital para tener una buena salud y cuidar de nuestro organismo, independientemente de nuestro peso, y que no debemos desanimarnos y, ni mucho menos, dejar de practicarlo.
Si quieres saber si realmente estás logrando tus objetivos puedes recurrir a la cinta métrica, un método tan sencillo como eficaz a la hora de tener una referencia real de los cambios que se producen en tu cuerpo. Las medidas de la cintura, cadera, brazos y piernas te ayudarán a comprobar los cambios que se producen poco a poco en tu cuerpo.
Y no olvidemos el método más sencillo de todos: comprobar cómo te sienta la ropa y descubrir que puedes volver a abrocharte esos pantalones que tanto te gustan y que no te podías poner. Ante ese tipo de evidencias, la báscula no tiene nada que hacer.
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