La huella de carbono es la suma de gases de efecto invernadero que produce una persona, familia o empresa. Es una forma de medir cómo nuestra actividad impacta en el medio ambiente, y sirve para tener en cuenta qué cuestiones de nuestro consumo diario deben mejorarse.
Hablando de gases y de efecto invernadero pueden surgirnos muchas dudas. Pero podemos explicarlas muy sencillamente con esta idea: ¿qué pasaría si la atmósfera se sustituyera por un plástico transparente? Los rayos del sol penetrarían, pero el oxígeno no podría renovarse y en el planeta subiría la temperatura. Sí, como en un invernadero. Y este es uno de los principales motivos del cambio climático. Algo parecido ocurre en el planeta, pero en vez de un plástico del tamaño de toda la tierra, lo que hay es una alta concentración de gases.
Nuestra huella de carbono debería calcular cuál es nuestro medio de transporte habitual y esporádico (si preferimos viajar en avión o en tren), qué tipo de calefacción y refrigeración utilizamos en nuestra casa (caldera, térmico o eléctrica), qué productos de higiene utilizamos (de spray o barra) o cómo realizamos la colada.
Se trata de un estudio pormenorizado de todas nuestras decisiones, incluso aquellas que creemos que no tienen relevancia porque afectan a terceros. De esta manera, la huella de carbono sitúa su atención completamente en ti, y evalúa todas y cada una de tus decisiones porque se estima que, toda persona e institución funciona como un interruptor y que aunque incluso las decisiones no parecen atender a nuestro control, son nuestra responsabilidad si contribuímos a ellas.
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¿Cuánto viajan los alimentos que consumes?
Para explicarte hasta qué punto todas tus decisiones son tu responsabilidad, aunque parezcan de otros, te planteamos un clásico en el análisis de la huella de carbono. ¿Cuánto han viajado las frutas que tienes ahora en tu cocina? Si una manzana viene del otro lado del mundo, podemos imputar a tu huella de carbono la parte proporcional de carburante que se ha utilizado para transportar la manzana que comes hoy, porque tú estás al final de esa cadena de producción, y es decisión tuya adquirirlo.
Por esta razón, una de las iniciativas de quienes luchan por reducir la huella de carbono de toda la humanidad consiste en concienciar en el consumo responsable, y dar prioridad a los alimentos locales porque, además del impacto positivo en el medio ambiente, favorece la economía de cercanía y generalmente se trata de un producto mucho más fresco y en mejores condiciones que aquel que ha viajado atravesando todo el planeta.
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Gasta menos, preserva el planeta
Parece que casi todas las ideas para preservar el planeta del efecto invernadero tienen que ver con reducir el gasto energético, pero es que además el ahorro te hará bien al bolsillo. Por ejemplo, vigila a los vampiros eléctricos, es decir, los dispositivos electrónicos que están en reposo y que parece que no consumen, pero absorben energía eléctrica en grandes cantidades. Ejemplos de ello son los cargadores de móvil, los televisores y las regletas. Casi todos los electrodomésticos que tienen mando a distancia cumplen esta condición, así que apágalos manualmente.
También, aislando bien tu casa conseguirás que sea necesito menos potencia de calefacción o de aire acondicionado, ahorrando energía y dinero. Pero, además, para en el verano puedes considerar que en vez de aire acondicionado, la solución podría pasar por un buen ventilador de techo. Son especialmente agradables para la cama, pues están encima, y generan un viento muy placentero. Pero lo más importante es que consumen muy poco en comparación con el aire acondicionado, y la probabilidad de resfriarse con ellos es muy remota.
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