La depresión implica una dinámica que cuesta enormemente reconducir. Si estás inmersa en ella es muy probable que estés cansada de escuchar frases del tipo “Pero anímate, no ves que todo va bien…” o “¿Por qué no cambias tu forma de pensar y disfrutas?”. Pero no es tan fácil. De hecho, una vez que estamos inmersos en una depresión solo vemos el largo camino que tenemos por delante, confuso e intrincado, como si fuera un laberinto que nos mantiene ocultos contra nuestra voluntad.
Sin embargo, hay un inmenso beneficio en recurrir al ejercicio físico cuando atravesamos una depresión. Si analizamos lo que nos aporta, podemos descubrir que es una de las mejores ideas que podemos poner en práctica para afrontar una situación así.
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Rutina de superación
El mayor escollo es arrancar. Si no tienes ropa deportiva debes hacerte con ella, elegir qué deporte hacer y buscar el lugar. Es difícil y no es algo apasionante, pero piensa que este esfuerzo solo te ocupará la primera vez. Te recomendamos que seas práctica y vayas a lo más fácil. Si no te apetece buscar ropa y enredarte con ello, hazte con un equipo muy básico, y no gastes mucho, que sea lo más sencillo de afrontar. Aunque, si notas cierto placer en buscar algo que te siente bien, no dejes la oportunidad de elegir una ropa que te favorezca y que te motive.
El gimnasio es la mejor opción, un lugar con muchos estímulos ya pautados, y con clases a todas horas a las que podrás sumarte. No te recomendamos hacer ejercicio por libre, porque en ese caso dependes solo de tu energía, y necesitas que todo sea fácil y tire de ti. Apuntándome a un gimnasio podrás engancharte a sesiones de todo tipo y desearás ir siempre a la misma hora para coincidir con tus monitores favoritos y con los compañeros que mejor sensación te den.
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¿Qué tiene el gimnasio de positivo?
Cuando haces ejercicio, estás superándote a ti misma, segundo a segundo, día a día. Esta sensación implica un refuerzo positivo muy poderoso, porque no solamente estás acumulando la percepción de que haces algo muy positivo, sino que además tu cuerpo se siente mejor. Al realizar ejercicio tu cuerpo asocia de forma mecánica un poder paliativo contra la ansiedad.
Salir fuera para realizar una actividad plenamente física te hace desconectar de todo, y la vez no te permite pensar demasiado. Casi todas las actividades que puedes hacer en un gimnasio son sencillas y no implican un esfuerzo mental significativo, pero por el nivel de esfuerzo y la concentración que precisan tampoco te permitirán entretener tu mente con pensamientos externos. Eso, sumado al esfuerzo físico que en ocasiones te llevará al límite, componen una situación perfecta: tras una hora de ejercicio te sentirás como nueva. Tu cuerpo se mantendrá en un estado de reposo muy placentero, propio de haberse esforzado, y tu mente se habrá situado durante una hora en un estado superior, por encima de tus preocupaciones y de las dinámicas de pensamiento comunes.
El ejercicio físico te activa, eleva tu nivel de exigencia contigo misma y beneficia a tu salud física. Aunque no seas consciente, si tu cuerpo está mejor, tu mente también: tus músculos pueden sentirse más ágiles, puedes ganar capacidad pulmonar, la ropa te sienta mejor y los dolores posturales minimizarse o desaparecer.
Además, cuanto mayores beneficios obtengas del ejercicio, más ganas tendrás de seguir con él. Ir al gimnasio es uno de las pocas adicciones que no tienen efectos perjudiciales para la salud, y aunque solemos percatarnos solo del bien que nos hace al cuerpo, a nivel emocional puede cambiarlo todo. Sin duda el gimnasio no es la solución milagrosa a la depresión, pero puede ayudarte a salir de ella porque puedes ponerte objetivos muy a corto plazo y accesibles, e ir ampliándolos muy poco a poco, hasta ir notando la mejoría.
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