La contaminación del aire representa un importante riesgo medioambiental para la salud, originando casi 6,5 millones de muertes en el mundo al año. Un alarmante dato que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) podría reducirse mediante la disminución de los niveles de polución de las grandes urbes ya que, cuanto más bajos sean, mejor será la salud cardiovascular y respiratoria de la población, tanto a largo como a corto plazo. Accidentes cerebrovasculares, cánceres de pulmón y neumopatías crónicas y agudas, como el asma, son solo algunas de las afecciones que acarrea respirar un aire tóxico. Un gravísimo problema al que debe hacer frente la Ciudad de México, una de las capitales más grandes y contaminadas del mundo.
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Crisis en México
En las últimas semanas la ciudad se enfrenta a una de las más graves crisis ambientales de su historia. La concentración de partículas contaminantes ha cuadruplicado los niveles recomendados por la OMS, haciendo saltar todas las alarmas. La mala calidad del aire, derivada en parte de su ingente tráfico, pero sobre todo, de los incendios ocurridos días atrás a causa del calor y la sequía, ha ocasionado que se tomen medidas tan drásticas como recomendar no salir a la calle en medida de lo posible, evitar realizar deporte y actividades al aire libre o suspender las clases en algunos colegios. Directrices paliativas pero insuficientes y que se podrían haber evitado de haber contado con una política medioambiental más eficiente.
'Respira la vida'
A esto es a lo que nos enfrentamos si no ponemos solución a tiempo a este gravísimo problema, que se ha convertido en uno de los más preocupantes para buena parte de la población. El de México ha sido uno de los últimos casos, pero no el único. Según un informe de Greenpeace, Nueva Delhi ha sido elegida nuevamente como la capital con el aire más sucio, seguida de cerca por otras ciudades de China, Pakistán y Bangladesh. Para poner fin a esto, la OMS y la Coalición del Clima y Aire Limpio han puesto en marcha la campaña mundial Respira la vida, que tiene por objeto sensibilizar a las personas acerca del impacto de la contaminación ambiental en la salud y en el planeta, y crear una red de ciudadanos, dirigentes urbanos y nacionales y profesionales de la salud para impulsar el cambio en nuestras comunidades.
Esta campaña hace hincapié en medidas normativas que pueden aplicar las ciudades (como mejoras de la vivienda, el transporte, los desechos y los sistemas de energía) o las que pueden adoptar las personas a título comunitario o individual (por ejemplo, dejar de quemar desechos, promover los espacios verdes y facilitar los desplazamientos a pie o en bicicleta) para mejorar la calidad del aire, salvar vidas y contribuir a salvar el planeta.
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Amenaza física y emocional
Pero además, la contaminación ambiental no solo supone un importante peligro para la salud física -afectando en mayor medida a niños, ancianos y embarazadas-, sino también para la emocional. Un reciente estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y de la Universidad de Beijing muestra la relación directa que existe entre la cantidad de partículas dañinas en el aire y la felicidad, ya que los niveles de serotonina son menores en personas que respiran aire tóxico que los de aquellas que respiran en espacios más limpios.
Por supuesto, no debemos olvidar el gran impacto que la contaminación tiene sobre el medio ambiente y el planeta. El calentamiento global ha provocado que el cambio climático sea toda una realidad que amenaza con derretir los polos, aumentar el nivel del mar, acabar con especies animales y vegetales o destruir los medios de subsistencia y de los recursos económicos, especialmente en países en desarrollo.