Nos fijamos con facilidad en las personas que se comportan de forma impulsiva, que actúan en caliente y que suelen obrar en función de las primeras impresiones y de lo que les marca su instinto. Pero no es muy común hablar de las personas que actúan justamente al revés de las impulsivas, tanto es así que ni siquiera parece evidente cuál es el nombre con el que la psicología les denomina: personas reflexivas.
Cuando actuamos de forma reflexiva, estamos realizando con calma una evaluación de todas las variables que rodean los acontecimientos de nuestra vida para poder obrar en consecuencia. Aunque eso no significa que siempre se acierte y se obtengan buenos resultados.
La persona reflexiva concede tiempo y esfuerzo a conocer cuál es la naturaleza real de los acontecimientos que la rodean y, una vez que dispone de esa información, toma una decisión tratando de ser lo más coherente posible, bien sea de forma global o en función de sus propios intereses, pues las personas reflexivas parecen mostrar una actitud más inteligente que las impulsivas..
Se podría decir que aquellas personas que son reflexivas saben actuar en frío, que sigue siendo lo contrario que hacen los impulsivos, que obran en caliente. Esto aparentemente les hace más calculadores, pero al igual que un impulsivo, no lo hacen como estrategia, sino que forma parte de su forma de ser y de comportarse ante el mundo.
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Cualidades innatas de una persona reflexiva
Olvidamos a veces que el mundo está lleno de mensajes que podemos utilizar continuamente para entender cuál es la auténtica razón por la que ocurren las cosas. La persona reflexiva utiliza todos los indicios sobre su entorno y las personas que le rodean para generar su propia opinión. Puede que pienses: “como todos”, pero en este caso la actitud no es común.
La persona reflexiva prefiere escuchar antes que hablar. Hace preguntas, insiste en que haya una respuesta y las replantea si realmete no ha obtenido la información que pretendía. Camina por el mundo con las orejas abiertas y observa las relaciones sociales más allá de la anécdota. Mentalmente toma nota y genera perfiles. ¿Quién se lleva bien con quién? ¿Quién prefiere hacer este trabajo y no soporta hacer este otro?
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Paciencia y gestión de las propias emociones
La razón principal por la que las personas reaccionamos con impaciencia es porque no somos capaces de aguantarnos, aunque no hay una razón aparentemente útil para ser impacientes, y ni siquiera muchas veces nos ayuda a conseguir lo que deseamos. Esta es una cuestión contraria a las personas reflexivas, que disponen de toda la paciencia del mundo.
La paciencia ayuda a las personas reflexivas a evaluar las condiciones que le rodean y poder tomar una decisión bien planificada. Por esta razón, las personas reflexivas no son dadas, en absoluto, a mostrar sus emociones en público. Esto no significa que no puedan sentirse frustrados, emocionados o desbordantes de felicidad, pero dar el paso de que los demás conozcan su estado de ánimo no suele formar parte de sus posibilidades.
Las personas reflexivas ven pros y contras en todo lo que hacen, incluso en la posibilidad de emocionarse en público. Esto puede parecer de una frialdad superlativa, pero no tiene porqué realizarse con una intención manipuladora. Todo lo contrario, forma parte de su personalidad y su más profunda forma de ser. Aunque, si en algún momento evalúan que emocionarse puede ser útil, tal vez lo hagan, de la misma forma que una persona de naturaleza impulsiva puede llegar a la conclusión de que calmándose y tomando una estrategia más paciente y analítica puede llegar más lejos en sus objetivos.
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