Malos hábitos alimenticios que engordan más que darte un atracón

Descubre cómo sacar el máximo partido a tu esfuerzo con la dieta y el ejercicio físico, porque de nada sirve matarnos en el gimnasio cuando otros hábitos muy sencillos quedan descuidados, y nos engordan tanto o más como no hacer nada por nuestra línea.

Por Cristina Soria

A veces el ritmo de vida actual no permite tiempo para pensar en lo que realmente necesita nuestro cuerpo, y aunque muchos hábitos diarios son claramente perjudiciales para nuestra salud y hacen que nuestras horas de gimnasio y de dieta no sirvan de nada, parecemos empeñados en hacer caso omiso a los buenos hábitos que pueden marcar la diferencia.

Pero nunca es tarde para replantear algunas cuestiones de nuestra rutina, cambiar algunos horarios y elegir mejor los productos que consumimos. 

Castigarte por haber comido de más

En ocasiones eres consciente de que has sobrepasado el límite de lo que deberías comer. Según cuáles sean tus objetivos o tu dieta esto puede significar desde que te has bebido un refresco, hasta que te has hinchado a pizza. Pero el efecto de la culpabilidad puede acabar siendo traicionero contigo misma, pues es probable que en la siguiente comida o al día siguiente decidas que prefieres saltarte una comida entera para compensar. Esta práctica es una de las más peligrosas. 

Nuestro estómago necesita regularidad y coherencia, y las soluciones drásticas nunca son buenas amigas del metabolismo. Cuando te saltas una comida por remordimientos de haber sobrepasado tus límites en comidas anteriores, estás exponiéndote a un efecto rebote doble, pues en la siguiente comida tu metabolismo recordará que has pasado hambre, y guardará “reservas” de calorías, no vaya a ser que la siguiente ingesta también sufra retrasos. Y, además, si no comer te produjo ansiedad, es muy probable que te pases con la dosis, creyendo que al haber guardado ayuno en una comida se compensa todo, lo cual es un error.

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Cenar a deshoras o no cenar

El ritmo actual que imponen las grandes ciudades hace que vivamos horarios dilatados y que tratemos de incluir actividades donde realmente no hay más tiempo. Trabajar, ir a la compra, recoger a los niños del colegio, ir al gimnasio… Al final la cena se retrasa a la última hora del día, cuando por fin todas las tareas están hechas, y en vez iniciar la cena a las 21:00, que se considera el horario español por antonomasia, puede desplazarse hasta las 22:00 o 22:30, o incluso más. De hecho, el prime time televisivo lo favorece: la mayoría de las series y programas se empiezan a las 22:40 y terminar hacia las 00:30. Entonces caemos en el peligro de irnos a la cama cuando todavía está en marcha nuestro proceso digestivo.

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Si escuchaste mil veces en tu infancia que entrar al mar en pleno proceso de digestión podría costarte la vida, tal vez no te dijeron que acostarte cuando todavía no han pasado dos horas desde tu última comida puede producir que engordes. Al dormir, los procesos metabólicos se ralentizan, el sistema digestivo trabaja con menor precisión y el hecho de que estés en posición horizontal hace que todo el proceso sea más complejo

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Confiar en exceso en los productos 'light' y los alimentos biológicos

Aquellos alimentos que proceden de la agricultura ecológica, ganadería biológica, que no tienen conservantes ni elementos artificiales, son claramente mejores para tu salud, pero generalmente siguen teniendo las mismas calorías. De hecho es un error pensar que por el mero hecho de ser un alimento natural no las tiene. El pan de masa madre sigue siendo pan, y las cookies artesanas también engordan.

Cuando tienes la percepción de que un producto es light, es muy común compensar esa diferencia de calorías con tomar más producto, pero consumiendo finalmente las mismas o más calorías que si el producto no fuera light. De esta forma, se generan descompensaciones importantes, cuando además algunos productos light ni siquiera son efectivamente hipocalóricos, sino que simplemente se ha intercambiado el aporte de azúcar por otro producto similar.

Mastica y come a buen ritmo

Los horarios que comentábamos antes hacen también que tratemos de comer a gran velocidad. Llevamos el nervio dentro del cuerpo desde que nos levantamos por la mañana, y la comida, que debería ser un instante de tranquilidad, desconexión y disfrute, muchas veces se convierte en un ritual pasado a alta velocidad para seguir afrontando el día. Si vamos al gimnasio a la hora de la comida, por ejemplo, hace que luego debamos comer cualquier cosa deprisa y mal, masticando atropelladamente y sin descanso: eso engorda, porque de nuevo estamos forzando a nuestro metabolismo y al propio ejercicio físico que realiza nuestro cuerpo a acelerar el proceso de digestión poniéndole trabas.

Recuerda que todo bocado que entra en tu boca merece ser saboreado y masticado, y que de esta forma te saciarás más, pues es la forma en la que en el fondo está diseñada la alimentación del ser humano. Si comes sin darte cuenta porque tienes prisa, porque estás pendiente del móvil, el correo o las tareas que deberás realizar después, lo normal es que luego vuelvas a tener hambre, además de no haber disfrutado de la comida.

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