Dieta

Mejora tu dieta y descubre qué te hace tener hambre a todas horas

Los motivos por los que el hambre se agudiza cuando seguimos una dieta no siempre son orgánicos, ni tienen que ver con la cantidad de nutrientes, y es que también la sensación anímica y psicológica juega un papel fundamental.

por Cristina Soria

La penitencia de muchas dietas es la sensación contínua de hambre y la necesidad de picar algo de vez en cuando. A veces parece que basta que no debamos hacer algo para que sea precisamente lo único en lo que podemos pensar. Pero lo cierto es que esta cuestión de tener hambre a todas horas es subjetiva y muy personal. Hay quien es capaz de seguir la pauta de una dieta concreta sin desviarse lo más mínimo, y quien no deja de pensar las ganas que tiene de comer algo.

Se dice que el estómago es nuestro segundo cerebro porque posee una compleja red de células nerviosas que también influyen en nuestro estado de ánimo o en la regulación del sistema inmunitario. Tanto es así, que una de las razones por las que podemos sentir hambre cuando seguimos una dieta es la propia memoria del estómago, que está habituado a recibir ciertos nutrientes de forma habitual e incluso en unas horas determinadas, y cuando le privamos de ello el estómago lo percibe especialmente y genera una sensación de hambre o desasosiego.

Por esta razón, quienes están más habituados a consumir alimentos calóricos entre horas pueden sentir que eliminar estas ingestas les produce cierta ansiedad, y no se quitan de la cabeza que a media mañana y a media tarde es el momento de comer ciertos productos. Todos los expertos coinciden en que son estas comidas intermedias las que hay que cuidar especialmente, para introducir alimentos que no ingerimos en las comidas principales y para desterrar todo tipo de productos ultraprocesados que parecen especialmente diseñados para atajar el hambre a estas horas: galletas, bollería, fuets…

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El significado de la comida para "los dos cerebros"

Si tenemos en cuenta que tenemos dos cerebros, el que descansa en nuestra cabeza y el estómago, conviene también atender a que la comida se utiliza también como un elemento de premio y de entretenimiento. Es decir, a lo largo de los años adquirimos la percepción de que cuando nos queremos dar un gusto podemos recurrir a ciertos alimentos que causan placer, dulces y salados, que realmente sabemos que no son muy beneficiosos para nuestra salud pero que aportan un sabor atrayente.

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Esto hace que desarrollemos la costumbre de desear comer, no solo como parte de nuestra nutrición, sino para calmar momentos anímicos adversos, para ratificarnos o simplemente para entretenernos. La comida es un placer, pero no solo cuando nos sentamos frente a la mesa para degustar un buen plato, sino que existen muchas fórmulas que nos acompañan a lo largo del día, y muchas de ellas no son saludables.

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Cuando dentro de una dieta se excluyen estos alimentos, generalmente calóricos y procesados, se padece esa necesidad de volver a saborearlos, y se percibe casi como un castigo no poder hacerlo. Lo cual no es extraño, pues sí durante largo tiempo hemos hecho qué comer ciertos alimentos sea un premio, nuestros hábitos pueden experimentar que es un castigo no hacerlo, y por tanto acrecentar la sensación de hambre, lo que no tiene nada que ver con la ingesta de nutrientes y de sentirnos bien alimentadas.

La solución a esta cuestión es buscar alimentos sustitutos que podamos comer cuando echamos muy en falta picar algo entre horas, y que estos sean saludables. Existe una gran variedad de tentempiés que cumplen la misma función gratificante, y en este sentido se trata de educarnos para apreciar nuevos sabores y placeres y minimizar el sentimiento de ansiedad producido por la comida.

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