Empezar a entrenar tiene una resistencia anterior a todo el esfuerzo físico que realizarás, y es vencer a la pereza de ir al gimnasio. Sin embargo, conviene ir preparada para sacarle el mayor partido posible y no cejar tu empeño por los pequeños detalles. Si logras esquivar errores, omisiones o despistes lograrás encajar con el pie derecho tu llegada al gimnasio, y según sientas que tu entrenamiento es fructífero sacarás el mayor provecho a esas horas semanales de esfuerzo y sudor.
El consejo más importante y el primero que podemos darte es que comenzar un entrenamiento por libre es como empezar a ciegas. Déjate asesorar desde el minuto uno y no pises la sala de máquinas sin que alguien tutele tus ejercicios. Si no tienes ninguna experiencia es muy probable que no tengas claro cómo se utilizan las máquinas y cómo realizar los ejercicios, y si nadie te asesora puedes hacerte daño, lesionarte o frustrarte al ver que no avanzas.
Ir al gimnasio tiene su ciencia, pues sacarle partido a los ejercicios para trabajar los músculos no es una cuestión intuitiva que podamos realizar sin conocer qué zona de tu musculatura está favoreciendo cada ejercicio, cuántas repeticiones necesitas para hacerlo de forma conveniente, y qué modificación de tu postura es necesaria para sacar provecho a ese esfuerzo y no hacer peligrar tus lumbares, cervicales y demás zonas sensibles de tu cuerpo.
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Cuidado con las expectativas
El objetivo cuando vas al gimnasio debería ser sentirte mejor. No suele ser buena idea marcar objetivos que tengan que ver con el peso y la figura. No hay dos cuerpos iguales, y lo único que puedes asegurar a ciencia cierta es que hacer ejercicio es positivo para tu salud. Sin embargo, no es fácilmente pronosticable cuántos kilos puedes bajar en tu primer mes o qué cambios en tu figura notarás.
Si te comparas con las personas que te rodean, sean amistades u otras personas que acuden al mismo gimnasio y realizan el mismo tipo de ejercicios que tú, puedes acabar entrando en un círculo vicioso que a largo plazo te desmotivará. Porque el organismo de cada cual está atravesando un ciclo concreto y es propenso a reacciones distintas.
Además, tampoco es positivo pecar en exceso de ir al gimnasio. Exceder el entrenamiento e ir todos los días, por ejemplo, no es buena opción. El cuerpo necesita descanso para que los músculos y tejidos asimilen el ejercicio, por lo que lo más indicado es dejar un día de descanso entre cada entrenamiento y nunca superar las tres horas diarias de ejercicio físico.
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Coger resistencia, al principio, es extenuante
Si no estás muy habituada a hacer ejercicio físico, lo primero que notarás es que ir al gimnasio es poner al límite tu resistencia. De hecho, de eso se trata. Sin embargo, la sensación puede ser desagradable, porque notarás que te falta la respiración, que tus músculos no pueden más, y que en ocasiones la sensación física es de agotamiento total. En pocas palabras: un sufrimiento. Aguanta, piensa que a esto se le llama resistencia y es precisamente lo que has venido a trabajar. Antes de que te des cuenta estarás aguantando este entrenamiento y tu respiración será más normal y no sufrirás ese agotamiento tan profundo.
Para no llegar a un grado de extenuación que te haga rechazar el ejercicio es muy importante que trabajes con la tutela de un entrenador y que asumas cada ejercicio como un pasito más que debes dar, aunque no te guste. Siempre hay cosas que no nos gustan, y muy especialmente cuando lo que haces te agota. Pero no es bueno bajar el ritmo cuando algo no te apetece, o tratar de escaquearte. Recuerda: el entrenamiento no es al azar, y todos los ejercicios tienen un motivo para ser realizados. Además, más pronto que tarde, podrás comprobar todos los beneficios que está aportando a tu salud y a tu bienestar general.
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