Toda aquella actividad que favorece nuestra expresión es bienvenida para favorecer nuestro bienestar mental. Por eso las labores creativas relacionadas con la pintura son una herramienta muy útil y placentera para exteriorizar nuestros procesos mentales y los sentimientos que albergamos en lo más oculto de nuestra mente.
De la misma forma que en psicología la actitud oral hace que atravesemos nuestras fronteras mentales y rescatemos ideas, recuerdos y sentimientos que ocultamos hasta para nosotros mismos, también la pintura nos ayuda a transitar por esos escenarios de nuestra propia psique.
Dibujar para explicar nuestras ideas se asocia mayormente al proceso psicológico que se realiza con los niños, ya que para ellos es más fácil iniciar el contacto con la terapia con dibujos que expresan, en ocasiones de forma subconsciente, lo que realmente sienten y opinan acerca de su entorno. Sin embargo, esta misma herramienta puede ser utilizada por los adultos.
Existen test muy concretos que sirven para evaluar los dibujos que realizamos y sacar conclusiones acerca de cómo ejecutamos los trazos, cómo distribuimos la información sobre el papel y qué uso hacemos del color y de las formas. Si realizamos un dibujo demasiado esquemático puede significar inseguridad y timidez, y si el trazo es brusco y desapasionado podría denotar una situación de estrés o depresión.
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Cuando pintamos, estamos cantando con la vista
Si has oído alguna vez la frase hecha “El que canta, su mal espanta”, lo más parecido que podemos hacer en silencio es colorerar. Es un proceso creativo más introspectivo, y que nos arma de mayor paciencia que el canto, pero que significa volcar sobre un papel una sinfonía de colores, incluyendo nuestra creatividad, sensibilidad y pasión.
De esta forma, elegir dibujos para colorear está demostrado que ayuda a centrar nuestra atención, nos sirve como meditación y hace que los pensamientos y las ideas fluyan de forma más ordenada en nuestra mente: se concentran, cogen su justo valor y logran transitar en nuestra mente concluyendo en decisiones o concreción de nuestro humor.
Pintando es difícil mantener mucho tiempo el enfado, pues requiere delicadeza, amor y detalle, y ayuda a estirpar los sentimientos arrolladores que podríamos asociar a la ira. Por eso también dibujar ayuda a coger buen ánimo, a mantener una actitud constructiva y a abrir nuestra mente a la alegría.
La propia creatividad que nos hace desarrollar el acto de pintar es una pista de aterrizaje para cuestiones creativas más concretas. Antes de afrontar un trabajo donde debemos aplicar nuestra pericia e imaginación, si dedicamos un instante a pintar podemos estar más afinados y desempeñar mejor cualquier faceta creativa.
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Lánzate a dibujar y garabatear
¿Cuánto hace que no dibujas? Probablemente seas muy consciente de que si intentas dibujar te saldrá algo muy terrible, o no sabrías ni cómo empezar, y te asusta hacer formas desproporcionadas y garabatos imposibles de interpretar. ¿Has pensado a qué se debe el temor al fracaso?
Si te lanzas a dibujar y a hacer un garabato ilegible, simplemente disfrútalo. Repite, vuelve a intentarlo, y redescubre los pasos que diste de niña. Seguramente con ocho años pintabas mucho mejor que ahora, pues llevas varias décadas sin intentarlo. Dibujar te conecta con la parte más primaria de tu intelecto, el primero que desarrollaste, porque antes aprendemos a dibujar que a escribir y es la primera forma de expresión que todo adquirimos de niños.
Cuando pintas vuelves a tu infancia, tus dedos poco a poco recuerdan cómo se expresaban, y de esta forma cierras el círculo. Recorres a la inversa un camino que te hace meditar sobre quién eres, qué es lo que realmente te importa de la vida, qué echas de menos y hacia dónde quieres dirigirte. No te lo pienses y date el gusto de dibujarlo.
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