Una microbiota sana es una gran arma de defensa para la prevención de enfermedades. No en vano los expertos nos recuerdan que parte de nuestra inmunidad reside en el intestino. De ahí que cada vez cobre más importancia el hecho de cuidar del conjunto de microoorganismos que residen en él. ¿Y cómo hacerlo? Para saberlo hablamos con la especialista Rosaura Leis, coordinadora de la Unidad de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica del Hospital Clínico Universitario de Santiago. La experta en aparato digestivo insiste en la importancia de cuidarla desde los primeros años de vida, puesto que se ha visto que los primeros 1000 días son claves para el resto de nuestra existencia.
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¿Podría explicarnos qué es exactamente la microbiota?
El ser humano se ha convertido en el huésped de una gran cantidad de microorganismos que conforman un ecosistema complejo, de tal manera que la mayoría de células de nuestro organismo no son humanas. Aproximadamente, el 50% del material genético que nos habita es bacteriano, y se encuentra fundamentalmente en la piel, el tracto respiratorio superior, la vagina y el tracto gastrointestinal. Este conjunto de gérmenes es lo que se conoce como microbiota.
La microbiota intestinal está constituida por la flora dominante activa, fundamentalmente bacilos y bifidobacterias, y por la subdominante, lactobacillus, que sufren pocas variaciones a lo largo de la vida; y por la flora intestinal transitoria o temporal, que varía en función de cambios dietéticos, medioambientales, edad, zona geográfica, etc. y que no coloniza el intestino.
La microbiota difiere de un individuo a otro, así como en un mismo sujeto a lo largo de la vida, pero las poblaciones dominantes suelen permanecer estables.
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¿Por qué es tan importante mantener una flora intestinal sana?
En condiciones de normalidad la microbiota del tracto gastrointestinal está en relación simbiótica con el huésped, aportando importantes beneficios. Este complejo ecosistema realiza actividades relacionadas con la nutrición, el metabolismo y el desarrollo y estimulación del sistema inmune. Por tanto, parece que existen pocos parámetros fisiológicos e inmunológicos que no estén profundamente afectados por la presencia y naturaleza de la microbiota normal del organismo, siendo la resistencia del huésped a las infecciones uno de los factores más importantes.
¿Se puede considerar así que la microbiota sana puede ayudar a prevenir enfermedades?
En los últimos años, múltiples estudios han puesto en evidencia la relación entre la colonización del tracto gastrointestinal y la alteración del equilibrio de esta microbiota por alteración en su composición, metabolismo o distribución, lo que se ha denominado disbiosis, con un importante número de enfermedades que son hoy importantes causas de morbilidad y mortalidad. Ejemplos de estas patologías que parecen guardar relación con la disbiosis son algunas enfermedades autoinmunes como la celiaquía, la diabetes Mellitus tipo I, la enfermedad inflamatoria intestinal; enfermedades alérgicas, metabólicas, como la obesidad o la diabetes tipo II, infecciones, cáncer colorrectal, etc. En definitiva, muchas de las enfermedades crónicas no transmisibles.
La disbiosis se acompaña, frecuentemente, de sobrecrecimiento de bacterias u hongos patógenos y de pérdida significativa de la diversidad microbiana o grupos de bacterias clave, integrantes de la microbiota intestinal normal. Estos cambios se acompañan de una respuesta inflamatoria de bajo grado, que puede cronificarse y contribuir al desarrollo de patología.
La intervención sobre los factores que van a producir la disbiosis o sobre la propia disbiosis podrían ser importantes estrategias para la prevención y el tratamiento de estas enfermedades.
¿Cómo saber si la flora intestinal está dañada?
Determinados síntomas o signos, especialmente, gastrointestinales, como la diarrea, el dolor abdominal, la flatulencia, el disconfort, pueden ser orientativos de alteraciones de la microbiota intestinal. Se puede hacer un análisis de heces para determinar las especies y cepas que integran la microbiota.
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Y, ¿por qué se altera?
Son muchos los factores que pueden producir disbiosis, pero entre ellos destacan los estilos de vida, fundamentalmente, la alimentación no saludable, rica en grasa saturada y trans y en azúcares, así como pobre en fibra y componentes funcionales (alimentos como los probióticos, por ejemplo).
El uso de antibióticos, que no solo atacan a las bacterias patógenas, sino también a la microbiota residencial, es otro de los factores que propicia esta disbiosis. Existe cada vez mayor evidencia de que nuestra microbiota intestinal no se recupera completamente o es reemplazada por microorganismos resistentes después del uso repetido de antibióticos. Las infecciones y otras enfermedades, así como la edad, la higiene, el ambiente, etc. también afectan.
¿Son realmente eficaces los probióticos?
Los probióticos son microorganismos vivos que administrados en cantidades adecuadas confieren beneficios para la salud del huésped. Pueden equilibrar el nicho ecológico, mejorando tanto funciones que son beneficiosas como controlando posibles patógenos que dañan el entorno.
Es importante destacar que no todos los probióticos son iguales, y que debemos diferenciar entre género, especie y cepa, ya que sus efectos sobre la salud también son distintos. Antes de afirmar el posible efecto, se debe haber demostrado su eficacia en estudios clínicos.
Por otro lado, la suma de probióticos no necesariamente implica un mayor efecto que el empleo de estos individualmente. Actualmente, hay evidencia suficiente para el uso de determinados probióticos en el tratamiento de la diarrea aguda y de la diarrea después de la toma de antibióticos en la mejora de los síntomas de la eczema atópico, del cólico del lactante en niños amamantados, del dolor abdominal funcional, de algunos procesos inflamatorios intestinales e, incluso, de infecciones respiratorias superiores.
Nuevas líneas de investigación en alergia, diabetes, obesidad y sus enfermedades asociadas parecen abrir prometedoras líneas de intervención para la prevención y el tratamiento de la obesidad y susproblemas asociados. Es necesario seguir investigando para poder establecer evidencias fuertes que permitan recomendaciones específicas.
¿Qué otra cosa podemos hacer para mantenerla sana?
Creo que la mejor recomendación es la promoción de los estilos de vida saludables, patrones alimentarios tradicionales, mediterráneo o atlántico, con abundancia de alimentos frescos, de proximidad, biactivos, como frutas, vegetales, legumbres, pescados, aceite de oliva, lácteos frescos y fermentados y cereales, fundamentalmente, integrales. Son preferibles las dietas variadas, en proporciones adecuadas, con preparaciones culinarias en las que predomine el vapor, la cocción y el guisado.
Sin embargo, debemos tener presente que todo se inicia en los primeros momentos de la vida.
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En este sentido, ¿cuál es la importancia de una buena alimentación infantil?
Sabemos que los primeros 1000 días de vida, que incluye el periodo fetal hasta el final del segundo año, constituyen una ventana de oportunidad para la prevención de las enfermedades del niño a corto y medio plazo y de su salud cuando adulto, principalmente de las enfermedades no transmisibles. Así lo ha visto el estudio realizado por el Instituto Danone ‘Los primeros 1000 días: una oportunidad para ayudar a reducir la carga de las enfermedades no transmisibles’, que analiza cómo algunos factores como la nutrición y la microbiota intestinal, durante las primeras etapas de la vida, pueden influir en el riesgo de desarrollar enfermedades en la edad infantil y adulta, y que acaba de ser publicado por la revista científica Nutrición Hospitalaria.
La alimentación de la mujer gestante y de la mujer lactante, si el niño es amamantado, son cruciales para el desarrollo de la microbiota intestinal. El parto por cesárea, la alimentación con fórmula adaptada, la prematuridad, la estancia en unidades de cuidados intensivos neonatales, que suponen un empleo precoz de fármacos, especialmente, antibióticos, la introducción no reglada de la alimentación complementaria, una incorporación a la mesa familiar no saludable, o el uso de antibióticos son factores condicionantes de disbiosis. El aumento de la prevalencia de muchos de estos en los últimos años podrían, en parte, explicar el incremento también de determinadas patologías, como las alergias o la obesidad.
Por tanto, evitar estos factores de riesgo, optimizar la alimentación de la madre gestante y lactante, incluso, de la mujer en edad fértil, y del niño con la promoción de la lactancia materna, el primer alimento funcional que aporta probióticos y prebióticos, y el seguimiento de la guías nutricionales para la alimentación complementaria y en los primeros años supondrá una verdadera programación metabólica temprana, favoreciendo la función y el desarrollo del sistema inmune y promoviendo la salud y la calidad de vida del niño y del adulto.
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