Para entender qué es el mindfulness podemos recurrir a su traducción literal: “mente plena”, lo que quiere decir que cuando estamos practicando esta meditación debemos centrar toda nuestra atención sólo en lo que hacemos, sin entrar a juzgar las cuestiones globales, ni generando suspicacias o rechazos sobre los detalles.
Esto quiere decir que el mindfulness trata de que le concedas a cada cosa su justa medida de importancia. Es una forma de meditar y de pensar “paso a paso”, nos infunde una seguridad especial, basada en reducir las grandes intranquilidades y el estrés, y en basar la solución a nuestros problemas en desconectar nuestras emociones negativas, minimizar las sensaciones innecesarias y no hacerte preguntas más allá de lo que tienes delante.
¿En la práctica, cómo se hace esta meditación?
La mente muchas veces se aventura a planificar acontecimientos, y sobre la continua búsqueda de hipótesis, nos acabamos preocupando y estresando por cuestiones que, no solo nunca pasarán, sino que además ni siquiera están en nuestra mano solventarlas.
De esta forma, a lo que debemos atender es a lo que perciben nuestros sentidos, la vista, el oído, el tacto, olfato y gusto. Se trata de una meditación y de una forma de entender la vida que no se pierde en el posible significado de las cosas, y va a lo tangible y concreto.
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Imprime conciencia en aquello que haces de forma automática
Hay muchas cuestiones de tu vida diaria que probablemente se estén desarrollando de manera inconsciente, y tal vez se trata de placeres y de momentos en los que podría surgir una llama de lucidez. Por ejemplo, el momento del desayuno, en el que después de 8 horas en la cama tu sentidos se desperezan y vuelven a darte impulsos sobre el mundo que te rodea. ¿Te has parado a pensar que lo común suele ser desayunar sin percibir lo que tomamos, sin disfrutarlo, sin apreciarlo…?
De la misma manera, los primeros instantes del día pueden ser vitales a la hora de despertar a tu cuerpo, y no solo a tu mente. Experimenta cómo tu cuerpo se despereza, observa la luz que te rodea. Percibe la brisa de la mañana abriendo la ventana o saliendo a la terraza. Respira, nota como el aire forma parte de ti. Huele el café de por las mañanas, piensa en la imagen que te sugiere. Y dúchate sintiendo que la temperatura del agua te produce la fabulosa sensación de estar aún más viva, y no como si hubieras pulsado un piloto automático. Utiliza un gel que tenga un olor agradable, que te motive, percibe su textura, nota cómo lo respiras.
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Piensa en el presente
La frontera que separa el pasado del presente y del futuro está en contínuo movimiento. Sé consciente del ahora, y de que cada segundo que pasa ya es pasado: pero tú logras saltar al futuro en todo momento, transmitiendo tu calor al momento presente y dejando atrás un momento que se enfría. Aprecia que el presente lo manejas tú, que tienes poder y que cada decisión que tomas te hace sentir viva.
Para centrar esa sensación de pasado, presente y futuro, y percibir tu protagonismo, escribe un diario. No para leerlo posteriormente, sino para que en ese momento de intimidad, en el que mantienes una relación epistolar contigo misma, puedas ser consciente de los pequeños pensamientos que se esconden en una esquina de tu mente, y que en el fondo son relevantes. Porque a veces esas ideas poco importantes son las que nos hacen optar por elecciones vitales pequeñas pero importantes.
En definitiva, es una forma de vivir paso a paso, capaz de llenar nuestra vida de coherencia y consciencia, haciéndola más efectiva.
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