Hay pocos entrenamientos más practicados que el running, porque es un deporte que podemos realizar siempre que nos apetezca, no requiere de estar dado de alta en ningún centro específico, ni de grandes conocimientos sobre postura o ejercicios.
Además, correr es barato, pues el equipamiento básico está al alcance de cualquier bolsillo y corriendo estamos dando rienda suelta nuestra sensación de libertad, pues podemos variar nuestro recorrido siempre que queramos y gracias a la música y a la compañía nunca una misma ruta es igual.
Según varios estudio de Vente-privee, casi el 60% de los españoles han asistido alguna vez a una carrera popular y, por tanto, quien más y quien menos conoce los beneficios de correr, tanto físicos como anímicos. Sin embargo, este mismo estudio puso de manifiesto que cuando salimos a correr concedemos muy poca importancia a nuestro equipamiento, y de esta forma estamos descuidando nuestra salud, pues hasta un 25% de quienes acuden a las carreras populares no se prepara especialmente ni selecciona un equipamiento adecuado al esfuerzo físico que van a realizar.
Dado que la zona de nuestro cuerpo que más puede sufrir las consecuencias adversas del running son nuestros pies, es muy conveniente cuidar de forma muy especial esta zona del cuerpo, e incluso visitar a un especialista en podología antes de entrenar para revisar que nuestros pies están en buenas condiciones. Cualquier problema de sensibilidad de la piel del pie o un corte inadecuado de las uñas puede producir callos, ampollas o heridas que, con las precauciones necesarias, a priori se solventarán sin mayor dificultad.
Leer: Yoga con 'running' y otras combinaciones muy efectivas para ponerte en forma
El motivo de los principales problemas
Los callos y las ampollas son dos de las alteraciones más importantes que pueden surgir en nuestros pies cuando realizamos running. Estos se produce porque el pie no está asimilando bien la fricción y la presión contínua que se ejerce por el calzado al impactar sobre el suelo. Esta cuestión es muy fácil de abordar cuando todavía no hemos producido alteraciones en la piel y, sin embargo, puede dejarnos fuera de juego si ya han aparecido.
Cuando corremos, el material del que están fabricadas nuestras zapatillas produce una fricción que desgasta la piel. Y no depende solo de que el material de nuestra ropa sea el adecuado, sino que también es un hecho que está relacionado con nuestra propia sensibilidad en los pies y el tipo de pisada que realizamos. De esta manera, la fricción del pie produce calor, y cuando corremos además se suma cierta humedad, la del sudor, que hace que la piel se reblandezca aún más y surjan callos o ampollas, con el peligro y la molestia añadida de una posible infección.
Leer: Errores que cometemos al hacer deporte
Traumatismo
Sin embargo, hay problemas aún mayores que podemos experimentar cuando corremos pues, en función de tu forma de pisar, tu sistema óseo o muscular puede recibir el impacto de forma agresiva. Las zonas donde se localizan estas lesiones están centradas en las articulaciones de las extremidades inferiores: rodillas y tobillos. Pero, además, también sufren este impacto la columna vertebral y las caderas.
Cada vez existen más centros que realizan un estudio biomecánico de tu pisada y de la postura que adquieres al correr. Esta consideración puede evitar muchas molestias posteriores, pues gracias a este estudio está en tu mano mejorar la postura o adquirir unas plantillas que modifiquen tu forma de colocar el pie y se adapten a ella.
Leer: ¿Es malo hacer ejercicio antes de dormir?