Existe la falsa creencia de que el yoga es una disciplina tranquila y de poca intensidad, más pensada para favorecer la relajación y el bienestar interior y no tanto para ponerse en forma. Pero nada más lejos de la realidad. Su práctica puede ser tan dura como la de cualquier otra actividad deportiva. En concreto, nos referimos al Power Yoga, una rutina creada a mediados de los 70 en Estados Unidos que consiste en una de las variantes del ashtanga-vinyasa -mucho más dinámica-, pero basada en ejercicios propios del mundo del fitness. Así, entre sus numerosos beneficios destacan incrementar la potencia y tonificación muscular, elevar las pulsaciones, aumentar la resistencia, la fuerza y la flexibilidad, así como reducir el estrés.
Su creadora fue Beryl Bender Birch, una pionera profesora de renombre formada en la India, cuyo objetivo no era otro que la introducción del yoga en la comunidad de atletas de la época. Creadora del programa original de Power Yoga en su propio instituto (The Hard and Soft Yoga Institute, en Winter Park, Colorado), sus cursos y formaciones son los que acreditan para su enseñanza en centros de todo el mundo. Las clases son libres, más que en las de cualquier otro tipo, y en ellas los maestros diseñan sus propias secuencias, mientras que los estudiantes sincronizan su respiración con su movimiento.
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Fuerza y resistencia adaptados al movimiento
Su principal característica es que se trata de una práctica muy fuerte, enérgica e intensa en el aspecto físico. En ella se trabajan la potencia y la flexibilidad a nivel profundo a través de la realización de una secuencia de asanas de una forma muy dinamina y fluida que requieren de una mayor resistencia y control. Su objetivo es adquirir una mayor fuerza muscular que nos ayude a conseguir hacer y profundizar en determinadas posturas en menos tiempo que con una práctica 'tradicional'.
Las sesiones, que suelen tener una duración de entre 60 y 90 minutos, están orientadas a todos los niveles ya que cada profesor puede dar alternativas y adaptar cada ejercicio según la condición de cada persona. Lo normal es que comience con ejercicios de movilidad y varios saludos al sol para elevar poco a poco la temperatura corporal a la vez que se incrementan las pulsaciones y se lubrican las articulaciones con el fin de evitar lesiones durante la práctica posterior. Todo ello orientado a preparar el cuerpo para la fase de trabajo intenso que viene a continuación y que consiste en un flow muy potente y dinámico; una secuencia de asanas de fuerza que se realiza acompañada por la respiración ujjayi, también llamada victoriosa, cuya inhalación y exhalación se realiza por la nariz con una cierta vibración en la garganta. Entre sus ejercicios más frecuentes figuran las posturas del guerrero y complejas asanas de inversión y equilibrios, así como abdominales, flexiones y ejercicios de tensión sostenida.
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La relajación, la parte más importante
Al igual que en cualquier otra modalidad, las sesiones de Power Yoya finalizan con un periodo de relajación (que recibe el nombre de savasana) en el que, además de devolver a un estado de calma al cuerpo y a la mente, el organismo asimila los beneficios que le ha proporcionado la práctica. Unos valiosos minutos para la meditación y liberación del estrés y todas las tensiones acumulados a lo largo del día.