Hábitos diarios que te harán más perfeccionista
Ser perfeccionista es una cualidad positiva cuando nos hace sentir que aquello a lo que dedicamos tiempo tiene sentido y que crecemos día a día con actos que son perdurables y que alimentan nuestra autoestima, luchando contra la procrastinación.
En ocasiones, la perfección es una actitud ante la que debemos sentirnos en sintonía. El lado más ventajoso de ser perfeccionista es la agilidad en tomar el control de los cambios e imprimir actividad a cada decisión y acto que realizamos para hacer que las cosas estén en su mejor punto. Ser perfeccionista es que no nos sirva cualquier cosa, sino dar lo mejor de nosotros para colaborar en que todo lo que nos rodea llegue lo más lejos posible: que nuestro esfuerzo tenga resultados duraderos y construir así un entorno mejor.
Porque vivir en un mundo mejor comienza en que cada cosa que hacemos esté bien hecha, bien pensada y bien ejecutada. En ocasiones, por cansancio o por pereza, sentimos que vale todo, que no es necesario “dejarnos” la vida en las pequeñas cosas, pero recuerda ese refrán anglosajón que dice “el diablo está en los detalles”, que quiere decir que aquellas cosas que consideramos nimias (los detalles más pequeños) son los que nos harán fracasar, porque será por ellos que todo el esfuerzo que ponemos en las grandes cosas pueda perder brillo.
Sin embargo, el día a día no lo pone fácil, son muchos los impedimentos contra los que nos enfrentamos todos los días que nos frenan en esa actitud perfeccionista de intentar dar lo mejor, de no contentarnos con cualquier cosa y de poner ahínco en todo aquello que hacemos. En eso consiste también hacernos mayores, y descubrir que el día tiene unas horas limitadas y que ni podemos hacer todo lo que pretendemos, ni a todo le podemos poner el mismo cuidado.
Por eso te proponemos algunas acciones diarias, hábitos y rutinas que te ayudarán a sintonizarte con tu parte más perfeccionista. Son ejercicios en sí mismos que te encauzan en la lucha contra la procrastinación y en centrar tu atención en los detalles.
Haz la cama
Por extraño que te parezca, hacer la cama es un ejercicio físico que requiere atención, mimo y que simboliza muchas cosas, todas ellas positivas. Hacer la cama por la mañana es como componer un origami gigante (esas figuras hechas en papel, como las pajaritas y los barquitos). Cuando hacemos la cama nos estamos moviendo alrededor de la habitación, apreciando los detalles, los pliegues y las arrugas, y estamos subiendo el listón de lo que consideramos bien hecho.
Porque se puede hacer la cama bien, regular o mal. Centra tu atención en que quede perfecta, preocúpate de que el embozo salga a una distancia suficiente, y que la zona baja de la sábana esté bien metida bajo el colchón para que no se salga por la noche. Es un ejercicio de atención que puedes compatibilizar con pensar en aquello que vas a hacer durante el día.
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Responde a todos los mensajes
Durante el día recibimos una cantidad ingente de peticiones de otras personas, bien sean whatsapps, emails o llamadas telefónicas. Cuando nos encontramos con los vecinos, cuando hablamos con nuestros padres o cuando vamos al colegio a recoger a los niños, las tareas se acumulan en forma de ideas, que a veces nos aplastan contra nuestro propio caos.
Piensa en ir siempre por delante y en no dejar ni un solo mensaje por responder, casi de forma instantánea. Deja tu bandeja del correo a 0, al igual que tu lista de whatsapps por contestar. Descubrirás que muchas de las cuestiones que demandan tu atención son mucho más sencillas de lo que imaginabas, que solo estaban a la espera de un “sí” o de un “no”, y que cuanto más por delante vayas de las preguntas y peticiones que recibes todos los días, más y mejor resultado tendrás.
Porque parte del problema de que en muchas ocasiones las cosas no salgan bien y sean más costosas, o exista malestar por parte de otras personas… se arregla fácilmente contestando a tiempo a los mensajes y peticiones. Y una vez que vas al día y que no permites tenerlos sin responder, todo te será más fácil, y crecerá en ti la sensación de perfección y de victoria sobre la procrastinación y el conformismo.
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Organiza tus tareas de forma visual
Lleva un listado de las cosas que tienes por hacer y dedica los primeros minutos del día a borrar todo lo que hiciste ayer y a valorar cómo se hizo. Llevar un cálculo de todo lo que tienes pendiente y tachar es una tarea muy sencilla que a la larga puede producir un placer muy reconfortante: sentimiento de control, de eficiencia y de orgullo de llevar todas tus tareas al día.
Si mantienes todos tus compromisos en la cabeza, puedes olvidarlos, y cuando los realizas, simplemente pasar a otra cosa. Date ese espacio y organiza tus quehaceres en grupos: cosas de casa, cosas del trabajo, cosas de los niños… Y aprecia cómo hay épocas del año en las que algunas crecen y otras disminuyen.
Cuanto más espacio le robes a la improvisación y al caos, menos errores cometerás y más sensación de control tendrás, y esto revierte en tu sensación anímica sobre las cosas. Si sientes que eres una persona ordenada y que tus esfuerzos sirven para tachar todos los días labores bien realizadas, cada vez será mayor la percepción de que tu perfeccionismo crece y te hace mejorar como persona
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