¿Has percibido que según a quién te diriges cambias la forma que tienes de tratarle? Este es un mecanismo social de lo más básico, no hablamos de la misma forma a quien respetamos que a alguien de quien no nos fiamos; como no nos dirigimos de la misma manera a un niño que a cualquier desconocido. De esta forma, desarrollamos códigos de comportamiento que hacen aceptables algunas expresiones que utilizamos con unas personas y que con otras serían inaceptables.
Sin embargo, existe un modo infalible para generar empatía, hablar con cercanía y en positivo. En el ajetreo diario, y más en una sociedad urbana y en la que hablamos con decenas de personas al día, resulta difícil aplicar un tratamiento cercano a todo el que nos encontremos. Pero si piensas un poco en ello, podrías llegar a la conclusión de que si todo aquel con quien te relaciones a lo largo del día te hablara con positividad y confianza, probablemente tu vida sería más fácil.
Si llegas a esta conclusión, ha llegado el momento de darle la vuelta. ¿Y tú, cómo te hablas a ti misma? Es común que seamos nosotras mismas la persona con quien menos mimo nos tratemos. Porque damos por sentado que el tratamiento hacia los demás se inicia de nosotras para fuera, y no internamente. Pero a lo largo del día, con todos los conflictos, retos e imprevistos que surgen, eres tú misma la persona a la que más cuestiones recriminarás, corregirás y valorarás. ¿No merecería la pena hacerlo de la forma más positiva posible?
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Un debate en tu fuero interno que debes poner a tu favor
Nadie te conoce como tú, sabes cuáles son tus puntos fuertes y también reconoces cuándo tratas de autoengañarte, o cuando un error ha sido fruto de tu pereza, cobardía o inexperiencia. Para ti misma no hay secretos, cuando haces las cosas mal sabes exactamente a qué se debe, y puedes recriminártelo con todos los argumentos. Sin embargo, siendo todo esto verdad, piensa hasta qué punto sí tendrías compasión y mimo con otras personas en similares situaciones, y como contigo misma puede que no dedicas un instante a comprenderte y a valorarte.
Si cuidas tu ánimo, te valoras y tomas consciencia de que también puedes hablar contigo misma en confianza y con compresión, descubrirás que antes del juicio que los demás hacen de nosotras, todo comienza con el que haces a ti misma.
Cuando los demás nos dicen continuamente que no sabremos hacer algo, que no lo conseguiremos, o que continuamente fracasamos, están determinando nuestro fracaso. Esto funciona de la misma manera con la propia percepción de nuestra valía y fortuna. Si eres la primera persona que confía en tus posibilidades, que apuesta por ti y que pone en tu mano cariño y confianza, salir al mundo a dar lo mejor de ti te costará menos.
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Darle la vuelta a las cosas
En la práctica, la forma de activar este pensamiento cercano consiste en desechar las ideas que a veces anidan en nuestra mente sobre todo aquello en lo que podemos fracasar. Esto no significa dejar de ser realistas y lanzarnos a la aventura en cuestiones que probablemente nos conduzcan al fracaso. Al contrario, se trata de aconsejarnos como lo haría una amiga, una que nos conoce muy bien, y hacerlo en base a nuestras posibilidades para sacar lo mejor de nosotras mismas.
Busca soluciones resolutivas, piensa en positivo y date ánimo para afrontar los retos y mejorar día a día. Sé tu propia confidente, no te falles a ti misma y valora tus logros dándoles toda la importancia que se merencen. A la larga, ser tu mejor amiga te ayudará a centrarte en el presente y no evadirte o reprocharte cuestiones que no vienen al caso, te hará ser más feliz y conseguirás hacer crecer en autoestima.
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