No cabe duda de que es importante tener una valoración positiva de uno mismo, una cualidad fundamental para conseguir cualquier meta. Las personas con una alta autoestima logran lo que se proponen, se relacionan mejor con los demás, aceptan sus errores sin sentirse fracasados, son más independientes y, en definitiva, más felices. Este concepto, el de la alta autoestima, en muchas ocasiones puede ser 'confundido' con otro completamente diferente: el narcisismo. Sin embargo, y aunque ambos guardan un punto en común, la legitimación del ser, son muchas las diferencias que existen entre estos dos conceptos.
Leer: Alimentación emocional: 'Como para callar lo que siento'
¿Cómo son las personas narcisistas?
Mientras que la autoestima trata del conjunto de percepciones y sensaciones afectivas y cognitivas sobre la valía que uno tiene, el narcisismo alude al mito griego de Narciso y hace referencia a la excesiva admiración que siente una persona por sí misma, por su aspecto físico o por sus dotes y cualidades. A diferencia de las personas con alta autoestima, las narcisistas se consideran superior al resto. Tienen un sentido desproporcionado de grandiosidad, se frustran rápidamente, presentan una actitud arrogante, explotan a los demás en sus relaciones y carecen de empatía. Además, consideran que pedir perdón es un síntoma de debilidad, no admiten las críticas constructivas, valoran excesivamente las apariencias, aspiran a roles de liderazgo y a posiciones de éxito y nunca aprenden de sus errores. Sin embargo, a pesar de que pueda parecer todo lo contrario, detrás de esta coraza se esconde una baja autoestima.
Leer: ¿Existe realmente un egoísmo sano?
Autoestima baja, el peor enemigo
Las personas narcisistas tienen más inseguridades que el resto. Paradójicamente, la inseguridad y una baja autoestima pueden provocar que estas personas, que tienden a negar la realidad, construyan un sentimiento de superioridad como mecanismo de defensa, que les conduce a sentirse por encima del resto de los mortales. La envidia y el egoísmo son otras de las consecuencias de esta falta de seguridad: se sienten amenazados con el éxito ajeno y no permiten que se les lleve la contraria. El objetivo es preservar su autoengaño, es decir, permanecer en la zona de confort.
Todo lo contrario que una persona con una sana autoestima que, además de tener inteligencia emocional y social, destaca por ser empática, algo que le permite ponerse en la piel de los demás y entender otros puntos de vista. Una persona segura de sí mismo no necesita exagerar ni remarcar los éxitos frente a los demás, simplemente disfruta celebrándolos. Es más, también se alegran por el triunfo de terceros. Mientras que un narcisista solo piensa en sí mismo y en su propio beneficio, una persona con alta autoestima sabe cuándo y cómo mostrar generosidad y cooperar.
Cuidar la postura corporal, evitar hablar de forma negativa, reservar tiempo para uno mismo, dedicar parte de él al cuidado de la imagen y, sobre todo, mantenerse fiel a uno mismo son algunos de las claves para trabajar la autoestima.
Leer: No permitas que una baja autoestima te ponga límites