Todas las vitaminas son necesarias para el correcto funcionamiento de nuestro organismo, y cada una de ellas desempeña en él una función concreta. Lo más habitual es conseguirlas a través de una correcta alimentación que sea completa y variada, pero para conseguir las cantidades adecuadas de algunas de ellas es necesario prestar una especial atención a otros factores complementarios. Es el caso de la vitamina D, que es algo peculiar pero no por ello menos necesaria para nuestra salud.
La principal complejidad que presenta la vitamina D es que nuestro organismo no la asimila con facilidad, como ocurre con la mayoría. Para poder asimilarla y sintetizarla es precisa la energía solar. Es decir, debemos exponer nuestro cuerpo al sol el tiempo necesario cada día, porque si no es así su carencia puede ocasionarnos problemas de salud. Los expertos aseguran que unos 15 minutos al sol, 3 días por semana, son suficientes. Por suerte, otra de sus peculiaridades es que puede almacenarse en la dermis, así que si contamos con ella en cantidad suficiente, podremos utilizar los acopios de reserva cuando las horas de luz solar sean escasas.
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Para qué necesitamos la vitamina D
Es fundamental en determinados procesos vitales del organismo, y entre ellos destaca que propicia que nuestros huesos absorban el calcio para mantener una adecuada densidad ósea. Es decir, esta vitamina nos ayuda a tener unos huesos fuertes y sanos, previniendo posibles fracturas y la aparición de la osteoporosis. De la misma manera, la vitamina D cuida y protege nuestros dientes. También es fundamental el calcio para tener un buen control de la tensión arterial, por lo que unos buenos niveles de vitamina D serán de gran ayuda para las personas con hipertensión.
Junto con la vitamina C, la vitamina D es responsable de la fortaleza de nuestro sistema inmunológico, no solo protegiéndolo de diferentes agentes patógenos, sino también ayudando a prevenir determinadas enfermedades autoinmunes.
Además, esta vitamina ayuda a que se transmitan correctamente determinados impulsos nerviosos, y nos asegura la correcta producción de serotonina. Lo que significa que cuando, en ocasiones, nos sentimos tristes o deprimidos puede que nuestro cuerpo no esté asimilando la suficiente vitamina D.
En cualquier caso, tampoco es bueno tener un exceso de vitamina D, ya que sería tan perjudicial como sus carencia, ya que no es un mineral soluble y acumularlo de manera innecesaria en nuestras arterias sería muy perjudicial para nuestra salud, pudiendo causar daños renales, debilidad, náuseas y confusión.
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La importancia del magnesio para asimilar la vitamina D
Al parecer, en la actualidad existe un déficit generalizado de vitamina D, asociado al estilo de vida y a la alimentación. Un estudio reciente, realizado en EE.UU. señala el bajo consumo de alimentos ricos en magnesio como una de las causas de los bajos niveles de vitamina D entre la población. La falta de magnesio en nuestro organismo impide que sinteticemos correctamente la vitamina D, además de por la escasa exposición al aire libre y al sol.
Para evitar un déficit de magnesio hemos de dejar a un lado los alimentos ultraprocesados, y asegurarnos de que no falten en nuestra dieta las legumbres, las verduras de hoja verde, los frutos secos o el aguacate. Del mismo modo,son ricos en magnesio los pescados azules, las gambas y langostinos, las setas y las almejas.
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