Cómo relacionarte con los hijos de tu pareja
No parece haber reglas escritas sobre cómo comportarte con el hijo de tu pareja y, sin embargo, esta puede ser una cuestión muy compleja que, mal abordada, puede desestabilizar la relación sentimental.
La relación de pareja puede verse muy afectada por la convivencia con los hijos de uno de los miembros de la pareja. Pues si los niños ya son elemento desestabilizador en condiciones normales, cuando las reglas de relación no están claras tratándose de los hijos de otro pueden desencadenarse situaciones estresantes, crisis de comunicación y problemas de autoridad. Todo depende en gran medida de la edad de los hijos, el nivel de convivencia y los pilares que sujetan la confianza entre el niño y tú.
Tu figura en este esquema
Las relaciones domésticas están muy claras cuando los hijos son de la pareja, pero cuando uno de los dos no es el padre o madre, resulta muy complicado encauzar un proceso en el que la convivencia fluya de forma natural respecto a quién tiene la autoridad sobre ciertas cuestiones y cómo enfocar los problemas de comportamiento diarios.
Lo más importante a tener en cuenta es comprender que cuando una pareja fracasa en su proyecto de familia se puede optar por el divorcio, pero los hijos nunca salen de la ecuación, y su estabilidad emocional es un pilar de la salud de los adultos que les rodean. Si el niño se siente seguro, comprendido, tutelado y amado, todo irá bien, y para fomentar esa calidad emocional del menor es indispensable que todos los procesos de integración de un nuevo adulto sean graduales. Esto significa que hay que invertir paciencia en ello, y si no nos saltamos ningún paso, probablemente lo consigamos.
Ten en cuenta que el tiempo para los niños es más lento que para los adultos, y las relaciones importantes, en su caso, no son plenamente racionales, sino que se mueven por una emotividad que solo se puede construir con tiempo, costumbre y empatía.
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La responsabilidad de estar presente para un hijo ajeno
Para todas las cuestiones de la vida diaria, el niño ve inevitablemente a los adultos que le rodean como la vara con la que medir el mundo. Los adultos cercanos son quienes les ayudan a mejorar, les dan cobijo ante sus necesidades y les reprenden para que su comportamiento sea el adecuado. Por esta razón, cuando tu pareja tiene hijos y tú mantienes una relación muy próxima a ellos, existen cuestiones educativas y de convivencia que son imposibles de obviar.
Por un lado, es necesario que la relación respire de forma gradual, es decir, que no tomes el rol de adulto responsable desde el primer día, y que te ganes su confianza con mano izquierda. Si le reprendes cuando vuestra relación todavía está en un estado muy frágil, puedes generar un rechazo en ellos y hacer que el proceso de adaptación sea más complejo.
De esta forma, es importante que no te fuerces a ti misma ni a la relación a adquirir el rol de madre sustituta, aunque de facto pudiera llegar un momento en el que sí tomes ciertas funciones ineludibles de la crianza. Pero, aunque pudieras desear ayudar de esta manera cuanto antes, la primera fase que hay que agotar es la empatía entre el niño y tú.
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El tiempo de tu pareja también tiene 24 horas
Uno de los problemas más costosos de solucionar son los sentimientos de celos que tú misma puedas experimentar hacia los hijos de tu pareja, y la sensación de que los planes que realiza con ellos tienen prioridad a los que tú propones. Esta es una situación compleja, y en cada caso se desarrolla de una forma distinta.
Puede ayudarte a sobrellevarlo considerar que esta misma apreciación puede darse a la inversa, de los hijos en relación al tiempo que pasa su progenitor contigo. Es difícil no personalizar estos conflictos, pero resulta muy saludable procurar a toda cosa ponernos en la piel del niño en este caso, recordar qué significó para ti ser atendida por tus padres y apreciar que si el niño es feliz, lo más probable es que esa salud emocional se vea reflejada en la pareja, tarde o temprano.
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